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sábado, 10 de mayo de 2025

RETIRO DE PASCUA 2025.





                   RETIRO DE PASCUA 2025.




















INTRODUCCIÓN AL BLOG

VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).



                          RETIRO DE PASCUA 2025.

                        



ORACIÓN INICIAL:

CANTO:      ILUMÍNAME, SEÑOR.

1.– Ilumíname, Señor, con tu Espíritu;  transfórmame, Señor,        con tu Espíritu. Ilumíname, Señor, con tu Espíritu. Ilumíname y transfórmame, Señor.

Y déjate sentir el fuego de tu amor aquí en mi  corazón, Señor. Y déjame sentir el fuego de tu amor aquí en mi corazón, Señor.

2.– Resucítame, Señor, con tu Espíritu:  conviérteme, Señor, con tu Espíritu.  Resucítame, Señor, con tu Espíritu. Resucítame y conviérteme, Señor.

3.– Fortaléceme, Señor, cono tu Espíritu. Consuélame, Señor, con tu Espíritu. Fortaléceme, Señor, con tu Espíritu. Fortaléceme y consuélame, Señor.

ORACIÓN DEL JUBILEO (PAPA FRANCISCO).

Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo,  nuestro          hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,            despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.                            

Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que   fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.             

La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y la paz de nuestro Redentor.  

A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén.

UNA COMUNIDAD DICE MUCHO (PATXI LOIDI)  


Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús...

Cuando habla de Jesús y no de sus reuniones...

Cuando anuncia a Jesús y no se anuncia a sí misma...

Cuando se gloría de Jesús y no de sus méritos...

Cuando se reúne en torno a Jesús y no en torno a sus   problemas...  

Cuando se extiende para Jesús y no para sí misma... 

Cuando se apoya en Jesús y no en su propia fuerza...  

Cuando vive de Jesús y no de sí misma...

Una comunidad no se tambalea por los fallos, sino por la falta de fe... No se debilita por los pecados, sino por la  ausencia de Jesùs... No se rompe por las tensiones, sino por el olvido de Jesùs... No se queda   pequeña por carencia de valores, sino porque Jesús dentro de ella es pequeño... No se ahoga por falta de aire fresco, sino por falta de aire de Jesús...                  

Una comunidad sólo se pierde cuando ha perdido a Jesús...

Una comunidad es fuerte cuando Jesús dentro de ella es fuerte.  

Una comunidad pesa cuando Jesús dentro de ella tiene su peso...    

  Una comunidad marcha unida cuando Jesús está en medio.  

Una comunidad se extiende cuando  extiende a Jesús... 

Una comunidad vive cuando vive de Jesús... 

Una comunidad convence y llena cuando es la          Comunidad de Jesús…

 

  ALGUIEN NOS AMA CON TODAS SUS FUERZAS.

Para todas las cosas negativas que nos decimos... Dios tiene una respuesta positiva.

Cuando decimos: es imposible…   Dios dice: “Todo es  posible” (Lc 18,27).  

 Cuando decimos: Estoy cansado...  Dios dice: “Yo te aliviaré” (Mt 11,26-30).

Cuando decimos: Nadie me quiere...   Dios dice: “Yo te amo” (Jn 3,16; 13,34).

Cuando decimos: No puedo continuar...   Dios dice: “Mi gracia te basta” (2 Cor 12,9)

 Cuando decimos: Estoy confuso…  Dios dice: “Yo enderezaré tus caminos” (Prov 3,5-6).

Cuando decimos: No puedo más...  Dios dice: “Lo puedes  todo” (Fil 4,13).

PALABRA DE DIOS.

Con la imagen de la viña Jesús transmite un mensaje de unión. Vinculados a Dios por el amor, los apóstoles darán fruto. Serán los amigos de Cristo y llevarán a cabo la obra que les ha confiado:     difundirán el amor entre los hombres.

LECTURA (Jn 15, 1-18) Se seleccionan algunas de las frases más impactantes para  reflexionar.

ANTÍFONA CANTADO: COMO EL PADRE ME AMÓ, YO OS HE AMADO, PERMANECER EN MI AMOR, PERMANECERD EN MI AMOR.

1.-“Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador". (15,1)

"Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta y todo el que da fruto, lo limpia para que dé mas fruto" (15,2) ANTÍFONA.

2.-"Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid; así  tampoco vosotros si no permanecéis en mí" (15,4b)

"Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada" (15,5) ANTÍFONA.

3.-”Pedid lo que queráis y lo conseguiréis" (15,7b)

"La gloria de mi Padre está en que deis fruto y seáis mis discípulos" (15,8)

"Como el Padre me amó, yo también os he amado ; permaneced en mi amor" (15,9) ANTÍFONA.

4.-”Este es mi mandamiento : que os améis los unos a los otros como yo os he  amado" (15,12)

"Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando" (15,14)

"ANTÍFONA.

ORACIÓN O (CARDENAL NEWMAN)

Oh Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya. Inunda mi  alma de tu espíritu y  vida.               Penétrame y aduéñate tan por completo de mí, que toda mi vida sea una irradiación de la      tuya. Ilumina por mi medio y de tal   manera toma posesión de mí, que cada alma con la que yo entre en contacto  pueda sentir tu  presencia en mi alma. 

Que al verme no me vea a mí, sino a Ti en mí Permanece en mí. Así resplandeceré con tu mismo resplandor, y que mi resplandor sirva de luz para los demás. Mi luz toda de Ti vendrá, Jesús: ni el más leve rayo será mío. Será Tú el que   iluminarás a otros por mi medio. 

  Sugiéreme la alabanza que más te agrada, iluminando a otros a mi alrededor. Que no te pregono con palabras sino con mi ejemplo, con el influjo de lo que yo lleve a cabo, con el destello visible del amor, que mi corazón saca de Ti ¡Amén!”

 

1.-PLÁTICA:

           




INTRODUCCIÓN:

         La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición,    establecida en los documentos del Nuevo Testamento.  

     Hay unanimidad de todos los escritos del NT: Dios ha resucitado al crucificado y nosotros somos testigos. Hay que afirmar s que el interés de Jesús de Nazaret, su mensaje, sus hechos y palabras, sus   encuentros liberadores con la gente de su tiempo,... en el Nuevo Testamento, especialmente en los evangelios, se hacen y parten desde la resurrección: todo interesa ¨a la luz de la Resurrección".  Y los Apóstoles, testigos del Resucitado, apelan siempre a la experiencia pascual de Jesús de Nazaret. 

     Todas las fuentes cristianas sin distinción afirman la resurrección de Jesús. Es más, la resurrección de Jesús es la afirmación cardinal de la fe cristiana. 

Los Apóstoles apelarán siempre a la experiencia pascual fundante de Jesús de Nazaret y la esencia misma de toda su predicación: Dios ha resucitado al crucificado y              nosotros somos testigos.

     Todos los escritos del Nuevo Testamento proclaman sin ambigüedad que el crucificado vive y se ha manifestado vivo a los Apóstoles.

    Ciertamente ninguno de los evangelios describe la Resurrección de Jesús. Afirman que el Crucificado se les ha manifestado vivo.  

    Este mensaje esencial de la Resurrección del crucificado se expresa de tres maneras en el Nuevo Testamento: en discursos kerigmáticos, en himnos y credos y en narraciones/relatos. Y las tres maneras tienen una misma finalidad: suscitar la fe en Jesús, el Cristo, o fortalecerla en la comunidad cristiana.   

   Hay una identidad única entre el crucificado-resucitado: el resucitado es el mismo que murió, pero se manifiesta de manera distinta. Ahora bien, “este acontecimiento es afirmado, a los ojos del Nuevo Testamento, no solamente como una transformación en los mismos Apóstoles y una experiencia subjetiva en los seguidores del Maestro, sino algo que ocurrió realmente en el mismo Jesús.

      Todos los escritos que hablan de las apariciones subrayan una transformación en el mismo Jesús. Al principio, ninguno de los Apóstoles reconocen al “Resucitado” y él se les impone a pesar de sus resistencias, recelos, dudas y sospechas.  

    La auténtica fe cristiana se debe fundamentar en la experiencia pascual de Jesús de Nazaret, vivida y testimoniada por unos testigos válidos, que puedan dar soporte estructural a una continuidad legítima entre nosotros y el mismo Jesús.   

   Verdaderamente los evangelios no describen el acontecimiento mismo y subrayan la transformación interna y externa de los mismos discípulos. Aquellos hombres, que la muerte de Jesús los deja sumidos en la desesperación y la tristeza, empiezan a anunciar con gran alegría y valentía la Resurrección de Jesús, poniendo en riesgo sus propias vidas… De hecho, casi todos los apóstoles prefirieron morir antes que renunciar a esa experiencia.

    A decir verdad, a ninguno de los Apóstoles les fue fácil convencerse de este acontecimiento y el Resucitado “les complicó la vida a estos hombres”, que la mayoría murieron martirizados por mantenerse en sintonía y en presencia del Maestro, sufriendo incluso violencia y persecución. Y en medio de las dificultades siempre apelaron a la experiencia pascual fundante de Jesús de Nazaret.


 

LA LECTIO DIVINA: Cómo orar con la Palabra de Dios.

      La lectura orante de la Palabra, más que una reflexión, es una experiencia de encuentro personal e íntimo con Dios, que te ama y sale a tu encuentro.

    Estos pasos te van llevando al mismo interior de la Palabra.


1. INVOCA AL ESPÍRITU SANTO: 

Pídele que te ilumine y te abra a la comprensión de la           Palabra y que te anime a la respuesta con tu vida.


2. LEE LA PALABRA DE DIOS: 

Lee muy despacio el texto bíblico. Vuelve a leerlo.                 Lee también algún comentario que te ayude a conocer mejor el sentido del texto. 

Dale       tiempo al Señor y escucha el mensaje que Él quiere darte en esta Palabra.

3. MEDITACIÓN: ¿QUÉ TE DICE DIOS EN EL TEXTO BÍBLICO? 

Una vez que hayas captado el sentido del texto, entonces puedes hacerte esta         pregunta: qué me dice esta Palabra.

4. ORACIÓN: ¿QUÉ LE DIGO O DECIMOS A DIOS?    

Respóndele al Señor que te ha dado su mensaje en la Palabra meditada. Tu actitud sea la de la Virgen María: Hágase en mí según tu Palabra.

5. CONTEMPLACIÓN: ¿CÓMO INTERIORIZAMOS LA PALABRA DE DIOS?  

Déjate animar por el ardor de la Palabra, como quien recibe el calor del sol.

6. ACCIÓN: ¿A QUÉ NOS COMPROMETEMOS CON DIOS?  

Haciendo un compromiso que brote de este encuentro con el Señor. Es el salto a la vida. Animado e invadido por la    Palabra,  regresa a la vida con otra actitud.

 

1. INVOCA AL ESPÍRITU SANTO.





   Invocamos al Espíritu Santo. Es el mejor regalo que nos da el Resucitado.

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,

lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;

por tu bondad y gracia, dale al esfuerzo su mérito;

salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.


2.-LEEMOS LA PALABRA DE DIOS: Jn 20, 19-31.





19Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 20Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 22Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonéis los pecados, les quedan    perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan  retenidos». 24Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25Y los otros discípulos le  decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su   costado, no lo creo». 26A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a  vosotros». 27Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino   creyente». 28Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». 29Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». 30Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo   Jesús a la vista de los discípulos. 31Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que,  creyendo, tengáis vida en su nombre.

DETALLES DEL TEXTO: ¿QUÉ NOS DICE EL TEXTO?
Estudio Bíblico.




El capítulo 20 de Juan, después de darle sepultura a Jesús, nos   describe lo sucedido el primer día de la semana”.

    Al alba, muy temprano, María Magdalena que visita el sepulcro y al ver la piedra  movida, busca a Pedro y al discípulo amado a fin de     darles la noticia de que el Señor no estaba en la tumba. Mientras ellos entraron, ella “afuera” lloraba (20,11-15). Sólo después de escuchar pronunciar su nombre reconoce a Jesús resucitado, y va a   anunciarles al resto de los Discípulos lo que había sucedido (20,16-18).

Al atardecer de ese mismo día”, luego de consolar a María  Magdalena, el Señor llega al lugar donde estaban sus Discípulos. Y el evangelista nos da un detalle externo “estando cerradas las  puertas” pero como signo de otra cerrazón mucho más profunda e interna: aquella de los Discípulos encerrados en sí mismos “por el temor a los judíos”. Inmediatamente, Juan resalta, por el contrario, la fuerza del gesto realizado por   Jesús: “se puso de pie en medio de ellos”. Por un lado ellos atrincherados en una habitación cerrada y a oscuras (para no ser descubiertos por el enemigo) y, por el otro      lado, la libertad del que ya nada ni nadie puede detener.

 Con expresiones gráficas el evangelista nos narra la situación lamentable de los discípulos y la fuerza del Resucitado.         “Al atardecer” (casi noche), “con las puertas cerradas”, “llenos de miedo” reflejan la noche y la cerrazón de los Diez Apóstoles como signo de las tinieblas y de las dudas de fe que estaban atravesando.    

  Con su venida, Jesús no sólo está consolando, desatando y liberando a los  Discípulos sino que también está confirmando la veracidad de su Palabra y dando   cumplimiento a tantas promesas pronunciadas días antes.

 Llegó el momento de salir del encierro y de la   incomprensión. Por eso, una vez que constataron que se trataba del mismo que habían crucificado, el evangelista afirma: “los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn 20,20).

    Jesús ya les había anunciado el envío del Espíritu (Jn 14,26; 15,26; 16,7) y con Él, la paz   verdadera, la paz que sólo se encuentra “en Él” (Jn 16,33).

   El punto culminante del texto de este 2º Domingo de Pascua: “19Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a           vosotros». 20Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 22Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,19-23). Ahora sí, bien podríamos afirmar que todas sus promesas ya están cumplidas.

        El primer significado del término “paz” es, sin dudas, como se usa hasta el día de hoy entre los judíos, el del contenido del saludo hebreo: “Shalom Aleijem” (“Paz a vosotros”). 

    Jesús, aunque irrumpe sin previo aviso, empieza por saludarlos. Sin embargo, en un segundo nivel, el evangelista quiere darnos un mensaje mucho más significativo. 

    En el Antiguo Testamento, Shalom es un término muy rico: significa la totalidad de bienes. No solamente ausencia de guerra o de conflictos. Shalom es paz, prosperidad, equilibrio, fecundidad, armonía, serenidad, integridad de bienes… Dar “paz” es dar todo lo bueno que tiene Dios y que quiere dar a todas las personas. Ahora, llegada la plenitud de los tiempos, Dios da todo lo suyo, entrega a su propio Hijo (cfr. Gal 4,4). Por lo tanto, en este caso y tal como lo afirma Pablo: “Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14), bien podríamos interpretar: “Yo a ustedes”.

    Sin embargo, ni la paz, ni la prosperidad, ni la armonía, ni la plenitud de bienes… ni nada     sería posible si no fuera porque Jesús, en ese mismo día tan intenso y tan lleno de dones “sopló sobre ellos” y les dio su “Espíritu Santo”. Sin esta fuerza de lo alto, no se concibe nada. Soplar es comunicar la respiración que testifica la vida. Jesús está comunicando su propia vitalidad: la vitalidad del resucitado. El Espíritu se entiende, entonces, como el don que viene de Jesús Resucitado y que nos va a hacer posible el ser cristiano y toda acción misionera, no antes sin exorcizar miedos, restaurar y consolar interiormente.

      “Mientras les decía esto, les mostró sus manos y su costado”, es decir, aquellos signos que corroboraban que el Resucitado es el mismo que el Crucificado y “los   Discípulos se llenaron de alegría”.  Y fue entonces cuando Jesús les hizo un nuevo regalo: los capacitó para la  misión. “Como el me ha enviado, así también os envío yo».(Jn 20,19a).

   Ahora sí están en condiciones de “salir” del lugar donde estaban cerradas las puertas para ir a la    misión.      Este saludo unido a este soplo tan especial son una invitación, pues, a recibir el “Pentecostés” que viene a ser como una especie de trasplante de la vitalidad, del amor, de la  iniciativa de bien, de la fuerza misionera del Resucitado como asimismo de su capacidad de perdonar.  

    Sin embargo, “Tomás, el mellizo” no estaba en la comunidad y sólo recibió la noticia de la visita del Señor por mediación de “los otros discípulos” que le contaron: “¡Hemos visto al Señor!”.      

     Era el primer anuncio del Resucitado que hacían los  recientemente enviados y llenos del Espíritu. Pero quizás, también tendríamos que decir, su primera desilusión. Porque Tomás, uno de ellos, no creyó

      Lo cierto es que Tomás, como aquellas puertas del lugar en donde estaban reunidos los Diez, se cerró a la fe. Por definición, la fe es la plena certeza de las realidades que no se ven” (Heb 11,1b).             

     Creer es asentir sin evidencia. Por lo tanto, la condición que pone Tomás: “si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su  costado, no lo creeré”, es una clara opción de no querer creer como asimismo, una clara invitación a recibir el mensaje. 

     Sin embargo, “ocho días más tarde” se vuelve a repetir la situación, relatada  mucho más   sobriamente por el evangelista, pero con la única diferencia de que ahora “Tomás estaba con ellos”. Jesús vuelve a saludarlos y a comunicarles su Paz e inmediatamente llama a Tomás a     constatar  las evidencias del Resucitado: “trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.

    Jesús reprocha a Tomás: “Ahora crees, porque me has visto”. Es reprochado por haber rechazado el testimonio de los otros apóstoles.

    Para creer hay que verlo directamente, como los Discípulos, o indirectamente, como  nosotros, que nos apoyamos en el ver y en la predicación de los Discípulos. 

   La fe es un don de Dios, pero tiene también sus bases humanas, como pueden ser, por ejemplo, el estudio o el testimonio de los testigos. Este Evangelio nos enseña una lección de fe y, nos invita a no esperar signos visibles para creer.

    La evidencia de la presencia de Cristo seguro deshizo la obstinación de Tomás que respondió con un credo tan extraordinario que logró permanecer hasta nuestros días   como memorial y fórmula de fe privada, reservado para el momento de la elevación de los signos eucarísticos de la Misa: “Señor mío y Dios mío”. Estamos ante uno de los más exquisitos reconocimientos de la divinidad del               Resucitado que presentan los Evangelios.

    Ante tan impactante respuesta, Jesús no quedó callado y parece        hasta querer “redoblar la   apuesta”. Deja para quienes venimos detrás de  Tomás todo un legado que es un verdadero plan de acción,pero en forma de bienaventuranza: “Felices los que creen sin haber visto”.

   El texto nos muestra el itinerario completo de las condiciones necesarias para que la evangelización obtenga su cometido y de   frutos. Parece que no sólo basta que Jesús salude y   done su Paz –  Espíritu Santo a los futuros enviados o      evangelizadores (que sin Él permanecen  temerosos e inoperantes encerrados en un lugar oscuro).

      El texto también revela la necesidad de que sea el mismo Jesús quien irrumpa en la vida del futuro evangelizado para que el anuncio sea creído y   asumido con fe.


2.-MEDITACIÓN: ¿QUÉ ME DICE O NOS DICE DIOS EN EL TEXTO?




Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

   *¿Cuál es tu situación hoy y ahora?

La situación de los Diez Apóstoles,...temeroso y desanimados; o la situación de Tomás, alejados el resto y encerrados en la duda y el desencanto.

*¿A quién te invita hoy el Señor a perdonar?

    El contenido básico de la Buena Noticia en este texto es hoy “hemos visto al Señor”.   

   La fe comienza por “ver” las señales del Resucitado en los mismos seres humanos y en la   realidad en que vivimos. Podemos verlo, por ejemplo, en las llagas de los que   sufren. 

*¿Dónde más podemos decir hoy que “vemos al Señor” o “dónde más podemos  encontrarlo”? ¿Podemos hacer algo para “verlo” mejor?

    No es difícil imaginarse la emoción y el agradecimiento de Tomás ante semejante gesto amoroso de Jesús que terminó cumpliendo sus deseos pero, tal vez, al mismo tiempo,        también debió haberse entristecido por haber dudado de su Dios Señor.  

  ¿Cuáles se te ocurren que fueron las emociones o sentimientos de Jesús y de los otros Discípulos? ¿Con cuál de todos estos afectos te identificas en este momento de tu vida?

 

3.-ORACIÓN: ¿QUÉ LE DIGO O DECIMOS A DIOS?




     Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo  escuchar su   Palabra Salvadora.

El texto nos invita a pedir:

“Señor, aumenta mi fe”; pero también: “Señor, aumenta la fe de aquellos a quienes nos pides que vayamos a llevar la buena noticia de “haber visto al Señor”.

  Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría.  Añadimos nuestras intenciones de oración.

4.-CONTEMPLACIÓN: ¿CÓMO INTERIORIZAMOS LA PALABRA DE DIOS?




 

      Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este  versículo  del  Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón: 

«¡Hemos visto al Señor!» (Versículo 25). 

Señor, aumenta nuestra fe.

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.-ACCÍÓN: ¿A QUÉ NOS COMPROMETEMOS CON DIOS?




      Interioriza y pide con insistencia cómo fortalecer la fe recibida y cómo superar nuestras dificultades y recelos.                 Pensemos en nombres de personas  concretas que nos parezca que necesitan   fortalecer su fe.           

    Pedimos por ellas rezando un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria por sus    necesidades e intenciones.

 


 

 

 






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sábado, 19 de abril de 2025

RETIRO DE PASCUA 2024.





                   RETIRO DE PASCUA 2024.


















INTRODUCCIÓN AL BLOG

VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).



                          RETIRO DE PASCUA 2024.





ORACIÓN INICIAL:



CANTO: ¡¡¡QUÉ DETALLE!!!

Qué detalle, Señor, has tenido conmigo. Cuando me llamaste, cuando me elegiste, cuando me dijiste que tú eras mi amigo. Qué detalle, Señor has tenido conmigo.

1.– Llamaste a mi puerta y pronunciaste mi nombre. Yo temblando te dije: “Aquí, estoy Señor”. Tú me hablaste de un reino, de un tesoro escondido, de un mensaje fraterno, que encendió mi ilusión.

PALABRAS DEL CARDENAL FRANÇOIS XAVIER NGUYTEN VAN THUAN.

Cuando me faltan las fuerzas y no logro ni siquiera recitar mis oraciones, repito: «Jesús, aquí estoy, soy Francisco». Me entra el gozo y el consuelo, experimento que Jesús me responde: «Francisco, aquí estoy, soy Jesús”.


ORACIÓN PARA PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO.

¡Oh Espíritu Santo!, humildemente te suplico que enriquezcas mi alma con la abundancia de tus  dones.

Haz que yo sepa, con el Don de la Sabiduría, apreciar en tal grado las cosas divinas, que con gozo y facilidad sepa frecuentemente prescindir de las terrenas.

Que acierte con el Don de Entendimiento, a ver con fe viva la trascendencia y belleza de la verdad cristiana.

Que, con el Don de Consejo, ponga los medios más conducentes para santificarme,  perseverar y  salvarme.

Que el Don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de la fe y en el camino de salvación.

Que sepa con el Don de Ciencia, discernir claramente entre el bien y el mal, entre lo falso y lo  verdadero, descubriendo los engaños del demonio, del mundo y del pecado.

Que, con el Don de Piedad, os ame como a Padre, os sirva con fervorosa devoción y sea  misericordioso con el prójimo.

Finalmente, que con el Don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y veneración a los mandamientos divinos, cuidando con creciente delicadez de no quebrantarlos lo más    mínimo.

Llenadme sobre todo, de vuestro santo amor. Que ese amor sea el móvil de toda mi vida espiritual. Que lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender, al menos con mi ejemplo, la sublimidad de    vuestra doctrina, la bondad de vuestros preceptos, la dulzura de vuestra caridad. Amén.


ALGUIEN NOS AMA CON TODAS SUS FUERZAS.

Para todas las cosas negativas que nos decimos... 

Dios tiene una respuesta positiva.

Cuando decimos: es imposible…                         

Dios dice: “Todo es  posible” (Lc 18,27).

Cuando decimos: Estoy cansado...                 

Dios dice: “Yo te aliviaré” (Mt 11,26-30).

Cuando decimos: Nadie me quiere...                 

Dios dice: “Yo te amo” (Jn 3,16; 13,34).

Cuando decimos: No puedo continuar...            

Dios dice: “Mi gracia te basta” (2 Cor 12,9).   

 Cuando decimos: Estoy confuso…  

Dios dice: “Yo enderezaré tus caminos” (Prov 3,5-6).

Cuando decimos: No puedo más...                    

 Dios dice: “Lo puedes  todo” (Fil 4,13).

ORACIÓN:

Necesito  tu presencia, un tú inagotable y encarnado que llena toda mi existencia, y tu ausencia, que purifica mis encuentros de toda fibra posesiva.

Necesito el saber de ti que da consistencia a mi               persona y mis proyectos, y el no  saber que abre mi vida a tu novedad y a toda diferencia. Necesito  el día claro en el que brillan los colores y se definen los linderos del camino, y la noche oscura en la que se  afinan mis sentimientos y mis sentidos.

Necesito  la palabra en la que te dices y me digo sin acabar nunca de decirnos, y el silencio en el que  descansa mi misterio en tu misterio. Necesito  el gozo que participa de tu alegría, última verdad tuya y del mundo, y el dolor, comunión con tu dolor universal, origen de la compasión y la ternura. (Benjamín González Buelta sj)

 

ALMA DE CRISTO

Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. 

¡Oh, buen Jesús!,   óyeme. Dentro de tus  llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti  Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.

UNAS PALABRAS MÁGICAS DE MADRE TERESA DE CALCUTA

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que  necesite comida;  

 Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua.  

 Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.   

  Cuando sufra,  dame alguien que necesita consuelo;           Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;  

  Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.        Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;    

 Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;   

 Cuando esté   desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.   

 Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;  

Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender; Cuando piense en mí mismo, vuelve mi  atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;            Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor   misericordioso, imagen del tuyo.


 ORACIÓN (Juan Pablo II) 

Enséñanos, te rogamos, la humildad de corazón para estar entre los pequeños del Evangelio a quienes el Padre prometió revelar los misterios de Su Reino.
Danos una mirada de fe capaz de reconocer inmediatamente en los pobres y en los que sufren el   mismo rostro de Jesús.   Sostennos en la hora del combate y de la prueba y, si caemos, haznos experimentar la alegría del            sacramento del perdón.   

 Transmítenos la tierna devoción hacia María, madre de Jesús y nuestra.   

 Acompáñanos en la peregrinación terrenal hacia la          Patria beata, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar por toda la eternidad la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

  


1.-PLÁTICA:

            








1.-PLÁTICA: JESUCRISTO RESUCITADO ES EL BUEN PASTOR.



TEXTO BÍBLICO: Jn 10,11-18.     
      En aquel tiempo dijo Jesús: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre”.
MEDITACIÓN POR JUAN VICENTE CATRET S.J.:        
  El evangelio de este domingo nos presenta a Jesucristo resucitado bajo tres imágenes: Pastor, Puerta y Vida. Vamos a reflexionar en ellas, con el deseo y petición de San Ignacio de Loyola: “conocimiento interno de Cristo, para más amarle y seguirle”.    
   La primera figura de Jesús es la de Pastor.         
 Imagen clara para los pueblos nómadas, que para los modernos significa jefe o conductor. Jesús es el líder de la Iglesia peregrina. Jesús habla a cada uno de nosotros en particular, …Jesús nos habla al corazón.   
     Nos da ejemplo, va caminando “delante” en la práctica del amor y la entrega. Jesús vive lo que predica. Predica el servicio a los demás hasta dar la vida por todos…     
    La segunda imagen de Jesús es la Puerta. 
 No para cerrar el paso a nadie, sino para abrirlo a todo el mundo, en todo tiempo y lugar. Es la puerta de su Corazón abierto de par en par, al morir en la cruz, y al resucitar con las llagas patentes, signo de acogida incondicional. Es la puerta estrecha que lleva a la salvación.                        
     La tercera imagen es la de la Vida.      
    Como el mismo Jesús dice: “Yo he venido para que tengan vida en abundancia”.    
    Es la Vida del resucitado, que ha vencido a la muerte, es el Viviente eterno. Los cristianos estamos llamados a defender la vida humana y mejorarla, desde la concepción hasta la muerte, añadiendo el nivel superior de la vida sobrenatural: la vida de Dios en nuestras almas.  
JESÚS ES EL BUEN PASTOR.    
 De todas las figuras que se aplican a Dios en el Antiguo Testamento, la del pastor es una de las más entrañables, que  expresan la ternura y solicitud divinas en favor de su pueblo.     
  Jesús se identifica como aquel a quien pertenecen las ovejas, "el Buen Pastor" al que oyen y siguen. Aquel que las guía a buenos pastos y las protege de los enemigos, dando incluso su vida por ellas. Sin duda, se trata de un término que nos habla de propiedad, cuidado, protección, conocimiento íntimo, amor ilimitado y sacrificado.   
En este versículo Jesús manifiesta que el verdadero pastor se distingue en cinco aspectos:   
 -El portero le reconoce como el pastor y le abre la puerta del redil.
-Las ovejas reconocen su voz y reaccionan a su llamamiento.
-Conoce bien a su rebaño y llama a cada oveja por su nombre particular.
-Cada día saca a su rebaño a comer, deseando que esté sano y bien alimentado.  
  -Da su vida por las oveja
LOS ENEMIGOS DE LAS OVEJAS.   
Las ovejas tienen varios enemigos importantes que son descritos aquí.     
Por un lado hay ladrones y salteadores que intentan robar las ovejas a su legítimo dueño.  
También están los asalariados, que sin ser enemigos de las ovejas, su interés por ellas es totalmente egoísta. Por último está el lobo, que solo viene a arrebatar y matar.                                                                              

EL LOBO.  

   Otro de los grandes peligros para las ovejas es el lobo, que en las Escrituras es usado como un símbolo de nuestro enemigo, el diablo. 

  El lobo ataca a las ovejas con la clara intención de matarlas para alimentarse de ellas, pero con frecuencia, muchas otras también resultan heridas, son dispersadas o mueren como consecuencia de estos ataques.  

El Señor advirtió a sus discípulos de que este enemigo estaría siempre presente: "He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos" (Mt 10,16). 

TEXTO BÍBLICO: SALMO 23 (22).

23 (22)1Salmo de David. |El Señor es mi pastor, nada me falta: 2en verdes praderas me hace recostar; | me conduce hacia fuentes tranquilas 3y repara mis fuerzas; | me guía por el sendero justo, | por el honor de su nombre. 4Aunque camine por cañadas oscuras, | nada temo, porque tú vas conmigo: | tu vara y tu cayado me sosiegan. 5Preparas una mesa ante mí, | enfrente de mis enemigos; | me unges la cabeza conme, | y mi copa rebosa. 6Tu bondad y tu misericordia me acompañan | todos los días de mi vida, | y habitaré en la casa del Señor | por años sin término.

Este es uno de los salmos más utilizados en la Iglesia por los cristianos de todos los tiempos.

      Jesús se nos presenta como el Buen Pastor enviado a conducir a todo el rebaño de los fieles y como huésped acogedor para todos los que somos peregrinos hacia la Casa del Padre. 

    Este precioso Salmo usa dos imágenes para referirse al Señor: como Pastor y como Anfitrión, usadas después en el Nuevo Testamento. 

         Este Salmo adquiere su pleno significado en las palabras de Jesús en el Evangelio de San Juan: Yo soy el buen pastor; conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí (Jn 10, 14).    

      Jesús usará esta misma comparación para explicar que es el Buen Pastor que “da su vida por las ovejas” manifestando así su gran amor por los hombres. 

     La imagen del pastor se aplica en el Antiguo Testamento al rey y a Dios mismo como protector de su pueblo. 

     La seguridad que ofrece el Señor, aun en medio de las mayores tribulaciones, lleva a confiar en El, en su autoridad y firmeza simbolizadas por la “vara y el cayado”.

1.- El Señor es mi pastor, nada me falta:                                                       

   El título de «pastor» para nombrar a los reyes y guías del pueblo es habitual en el Oriente antiguo, así como en Grecia y en otros pueblos. La Biblia lo utiliza varias veces para hablar de Dios..      

  Dios mismo, en el capítulo 34 del profeta Ezequiel, se compara a sí mismo con un Pastor que quiere cuidar, proteger y alimentar a sus fieles. Como los jefes del Pueblo han sido malos pastores, porque han utilizado a las ovejas en su propio provecho, Dios se ocupará personalmente de cada una, cubriendo todas sus necesidades.

 También las ovejas reconocían la voz y el olor de su pastor.
El salmo quiere evocar esa atmósfera de afecto, esa experiencia de confianza, de tranquilidad, porque se sabe que hay alguien que se interesa por ti, que se preocupa por tu vida.    

 Ciertamente, como escribió Santa Teresa de Jesús, «Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta».

2.- en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas  y repara mis fuerzas.   

  Después del cansancio del camino, el alimento, la bebida y el descanso nos hacen tomar fuerzas para poder seguir caminando. Literalmente dice: «repara mi aliento», mi alma, entendido como mi vigor y mi vida también. En algunas ocasiones nos sentimos agotados y nos parece que ya no podemos más.   

  Es el momento de escuchar las palabras del Salmo 27: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es mi fuerza y mi energía, ¿quién me hará temblar? Aunque los malvados se levanten contra mí... Él me recogerá en su tienda... Aunque mi padre y mi madre me abandonen, Él me acogerá».   

3.- Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.      

 Experiencia existencial de cada persona es descubrir que es un peregrinaje, y el camino a veces es tortuoso y difícil.   

 Nosotros sabemos que el Señor nos guía por el camino justo, el único bueno, aunque no lo entendamos inmediatamente.   

    Él nos lleva al mejor lugar, que nosotros solos no podríamos encontrar: las fuentes tranquilas, el agua que produce paz y calma la sed más profunda del que la bebe.    

   4.- Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.  

   Con el sonido del bastón de Dios en nuestras vidas, no tenemos miedo ni de la muerte.                  

I

I. MIEDO A LA INSEGURIDAD.  Inseguridad, no tener dónde agarrarse. Perder el equilibrio y el control.

II

II. MIEDO A PERDER LA DIRECCIÓN Y EL SENTIDO. No encontrar sentido, ser aplastado por la vida y el sistema.       Ser aprisionado ¡Sin guía!

III

III. MIEDO A LA MUERTE O A SER “DEVORADO”.  Ser absorbido por la agresividad de los otros. Impotencia. No saber afrontar la  muerte.

IV

IV. MIEDO A LA INDEFINICIÓN.  Miedo a no ser uno mismo. Indefinición.

V

V. MIEDO A “NAUFRAGAR” Y QUEDAR EN PELIGRO. Estar rodeado y agobiado. No tener salvación. Lugares peligrosos y tóxicos.

VI

VI. MIEDO A SER ASUMIR RESPONSABILIDADES. Miedo y sospecha de las sombras. Miedo a ser aplastado por el momento presente.

VII

VII. MIEDO AL RIDÍCULO Y AL FRACASO. Fracaso repentino.  Deseo de agradar y de triunfar, pero miedo al ridículo y al fracaso. Miedo a no cumplir con las expectativas de los demás.

VIII

VIII. MIEDO A SER ABANDONADO.  Miedo a perder la estabilidad familiar, la salud, la estabilidad económica y social.

IX

IX. MIEDO A LOS PROPIOS FANTASMAS.  Encontrarse solo con sus fantasmas. No cubrir nuestras expectativas personales y miedo al fracaso. No saber enfrentarse con los propios miedos.  






Con Dios sabemos hacia dónde dirigir nuestros pasos y encontramos sentido último a nuestra vida, a la existencia y al curso de la historia.    

 Con Dios superamos la tristeza y dificultades de la vida.  

5.- Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa.    

  “Alimento, aceite, vino: son los dones que dan vida y alegría porque van más allá de lo que es estrictamente necesario y expresan la gratuidad y la abundancia del amor” (Benedicto XVI).

6.- Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.    
  Dios nos prepara a cada uno de nosotros dos guardaespaldas que nos acompañen siempre: su bondad y su misericordia.   
   “La bondad y la fidelidad de Dios son la escolta que acompaña al salmista que sale de la tienda y se pone nuevamente en camino. Pero es un camino que adquiere un nuevo sentido, y se convierte en peregrinación hacia el templo del Señor, el lugar santo donde el orante quiere «habitar» para siempre y al cual quiere «regresar»” (Benedicto XVI).

AUDIENCIA GENERAL. PLAZA DE SAN PEDRO. BENEDICTO XVI. 5-11-2011.

Queridos hermanos y hermanas:

Dirigirse al Señor en la oración implica un acto radical de confianza, con la conciencia de fiarse de Dios, que es bueno, «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad» (Ex 34, 6-7; Sal 86, 15; cf. Jl 2, 13; Gn 4, 2; Sal 103, 8; 145, 8; Ne 9, 17). Por ello hoy quiero reflexionar con vosotros sobre un Salmo impregnado totalmente de confianza, donde el salmista expresa su serena certeza de ser guiado y protegido, puesto al seguro de todo peligro, porque el Señor es su pastor. Se trata del Salmo 23 —según la datación grecolatina, 22—, un texto familiar a todos y amado por todos.          

     «El Señor es mi pastor, nada me falta»: así empieza esta bella oración, evocando el ambiente nómada de los pastores y la experiencia de conocimiento recíproco que se establece entre el pastor y las ovejas que componen su pequeño rebaño. La imagen remite a un clima de confianza, intimidad y ternura: el pastor conoce una a una a sus ovejas, las llama por su nombre y ellas lo siguen porque lo reconocen y se fían de él (cf. Jn 10, 2-4). Él las cuida, las custodia como bienes preciosos, dispuesto a defenderlas, a garantizarles bienestar, a permitirles vivir en la tranquilidad. Nada puede faltar si el pastor está con ellas. A esta experiencia hace referencia el salmista, llamando a Dios su pastor, y dejándose guiar por él hacia praderas seguras: «En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre» (vv. 2-3).

    La visión que se abre ante nuestros ojos es la de praderas verdes y fuentes de agua límpida, oasis de paz hacia los cuales el pastor acompaña al rebaño, símbolos de los lugares de vida hacia los cuales el Señor conduce al salmista, quien se siente como las ovejas recostadas sobre la hierba junto a una fuente, en un momento de reposo, no en tensión o en estado de alarma, sino confiadas y tranquilas, porque el sitio es seguro, el agua es fresca, y el pastor vigila sobre ellas. Y no olvidemos que la escena evocada por el Salmo está ambientada en una tierra en gran parte desértica, azotada por el sol ardiente, donde el pastor seminómada de Oriente Medio vive con su rebaño en las estepas calcinadas que se extienden en torno a los poblados. Pero el pastor sabe dónde encontrar hierba y agua fresca, esenciales para la vida, sabe conducir al oasis donde el alma «repara sus fuerzas» y es posible recuperar las fuerzas y nuevas energías para volver a ponerse en camino.        

    Como dice el salmista, Dios lo guía hacia «verdes praderas» y «fuentes tranquilas», donde todo es sobreabundante, todo es donado en abundancia. Si el Señor es el pastor, incluso en el desierto, lugar de ausencia y de muerte, no disminuye la certeza de una presencia radical de vida, hasta llegar a decir: «nada me falta». El pastor, en efecto, se preocupa por el bienestar de su rebaño, acomoda sus propios ritmos y sus propias exigencias a las de sus ovejas, camina y vive con ellas, guiándolas por senderos «justos», es decir aptos para ellas, atendiendo a sus necesidades y no a las propias. Su prioridad es la seguridad de su rebaño, y es lo que busca al guiarlo.

   Queridos hermanos y hermanas, también nosotros, como el salmista, si caminamos detrás del «Pastor bueno», aunque los caminos de nuestra vida resulten difíciles, tortuosos o largos, con frecuencia incluso por zonas espiritualmente desérticas, sin agua y con un sol de racionalismo ardiente, bajo la guía del pastor bueno, Cristo, debemos estar seguros de ir por los senderos «justos», y que el Señor nos guía, está siempre cerca de nosotros y no nos faltará nada.      

    Por ello el salmista puede declarar una tranquilidad y una seguridad sin incertidumbres ni temores: «Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tu vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan» (v. 4). 

    Quien va con el Señor, incluso en los valles oscuros del sufrimiento, de la incertidumbre y de todos los problemas humanos, se siente seguro. Tú estás conmigo: esta es nuestra certeza, la certeza que nos sostiene. La oscuridad de la noche da miedo, con sus sombras cambiantes, la dificultad para distinguir los peligros, su silencio lleno de ruidos indescifrables. Si el rebaño se mueve después de la caída del sol, cuando la visibilidad se hace incierta, es normal que las ovejas se inquieten, existe el riesgo de tropezar, de alejarse o de perderse, y existe también el temor de que posibles agresores se escondan en la oscuridad. Para hablar del valle «oscuro», el salmista usa una expresión hebrea que evoca las tinieblas de la muerte, por lo cual el valle que hay que atravesar es un lugar de angustia, de amenazas terribles, de peligro de muerte. Sin embargo, el orante avanza seguro, sin miedo, porque sabe que el Señor está con él. Aquel «tú vas conmigo» es una proclamación de confianza inquebrantable, y sintetiza una experiencia de fe radical; la cercanía de Dios transforma la realidad, el valle oscuro pierde toda peligrosidad, se vacía de toda amenaza. El rebaño puede ahora caminar tranquilo, acompañado por el sonido familiar del bastón que golpea sobre el terreno e indica la presencia tranquilizadora del pastor.  

  Esta imagen confortante cierra la primera parte del Salmo, y da paso a una escena diversa. Estamos todavía en el desierto, donde el pastor vive con su rebaño, pero ahora somos transportados bajo su tienda, que se abre para dar hospitalidad: «Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa» (v. 5).  

    Ahora se presenta al Señor como Aquel que acoge al orante, con los signos de una hospitalidad generosa y llena de atenciones. El huésped divino prepara la comida sobre la «mesa», un término que en hebreo indica, en su sentido primitivo, la piel del animal que se extendía en la tierra y sobre la cual se ponían las viandas para la comida en común. Se trata de un gesto de compartir no sólo el alimento sino también la vida, en un ofrecimiento de comunión y de amistad que crea vínculos y expresa solidaridad. Luego viene el don generoso del aceite perfumado sobre la cabeza, que mitiga de la canícula del sol del desierto, refresca y alivia la piel, y alegra el espíritu con su fragancia. Por último, el cáliz rebosante añade una nota de fiesta, con su vino exquisito, compartido con generosidad sobreabundante. 

     Alimento, aceite, vino: son los dones que dan vida y alegría porque van más allá de lo que es estrictamente necesario y expresan la gratuidad y la abundancia del amor. El Salmo 104, celebrando la bondad providente del Señor, proclama: «Haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre. Él saca pan de los campos, y vino que alegra el corazón; aceite que da brillo a su rostro y el pan que le da fuerzas» (vv. 14-15). El salmista se convierte en objeto de numerosas atenciones, por ello se ve como un viandante que encuentra refugio en una tienda acogedora, mientras que sus enemigos deben detenerse a observar, sin poder intervenir, porque aquel que consideraban su presa se encuentra en un lugar seguro, se ha convertido en un huésped sagrado, intocable. Y el salmista somos nosotros si somos realmente creyentes en comunión con Cristo. 

  Cuando Dios abre su tienda para acogernos, nada puede hacernos mal.   

  Luego, cuando el viandante parte nuevamente, la protección divina se prolonga y lo acompaña en su viaje: «Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término» (v. 6).     

 La bondad y la fidelidad de Dios son la escolta que acompaña al salmista que sale de la tienda y se pone nuevamente en camino. Pero es un camino que adquiere un nuevo sentido, y se convierte en peregrinación hacia el templo del Señor, el lugar santo donde el orante quiere «habitar» para siempre y al cual quiere «regresar». El verbo hebreo utilizado aquí tiene el sentido de «volver», pero, con una pequeña modificación vocálica, se puede entender como «habitar», y así lo recogen las antiguas versiones y la mayor parte de las traducciones modernas. Se pueden mantener los dos sentidos: volver al templo y habitar en él es el deseo de todo israelita, y habitar cerca de Dios, en su cercanía y bondad, es el anhelo y la nostalgia de todo creyente: poder habitar realmente donde está Dios, cerca de Dios. 

     El seguimiento del Pastor conduce a su casa, es la meta de todo camino, oasis deseado en el desierto, tienda de refugio al huir de los enemigos, lugar de paz donde se experimenta la bondad y el amor fiel de Dios, día tras día, en la alegría serena de un tiempo sin fin.

Las imágenes de este Salmo, con su riqueza y profundidad, acompañaron toda la historia y la experiencia religiosa del pueblo de Israel, y acompañan a los cristianos. La figura del pastor, en especial, evoca el tiempo originario del Éxodo, el largo camino en el desierto, como un rebaño bajo la guía del Pastor divino (cf. Is 63, 11-14; Sal 77, 20-21; 78, 52-54). Y en la Tierra Prometida era el rey quien tenía la tarea de apacentar el rebaño del Señor, como David, pastor elegido por Dios y figura del Mesías (cf. 2 Sam 5, 1-2; 7, 8; Sal 78, 70-72). Luego, después del exilio de Babilonia, casi en un nuevo Éxodo (cf. Is 40, 3-5.9-11; 43, 16-21), Israel es conducido a la patria como oveja perdida y reencontrada, reconducida por Dios a verdes praderas y lugares de reposo (cf. Ez 34, 11-16.23-31). Pero es en el Señor Jesús en quien toda la fuerza evocadora de nuestro Salmo alcanza su plenitud, encuentra su significado pleno: Jesús es el «Buen Pastor» que va en busca de la oveja perdida, que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas (cf. Mt 18, 12-14; Lc 15, 4-7; Jn 10, 2-4.11-18), él es el camino, el justo camino que nos conduce a la vida (cf. Jn 14, 6), la luz que ilumina el valle oscuro y vence todos nuestros miedos (cf. Jn 1, 9; 8, 12; 9, 5; 12, 46). Él es el huésped generoso que nos acoge y nos pone a salvo de los enemigos preparándonos la mesa de su cuerpo y de su sangre (cf. Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 19-20) y la mesa definitiva del banquete mesiánico en el cielo (cf. Lc 14, 15 ss; Ap 3, 20; 19, 9). Él es el Pastor regio, rey en la mansedumbre y en el perdón, entronizado sobre el madero glorioso de la cruz (cf. Jn 3, 13-15; 12, 32; 17, 4-5).

Queridos hermanos y hermanas, el Salmo 23 nos invita a renovar nuestra confianza en Dios, abandonándonos totalmente en sus manos. Por lo tanto, pidamos con fe que el Señor nos conceda, incluso en los caminos difíciles de nuestro tiempo, caminar siempre por sus senderos como rebaño dócil y obediente, nos acoja en su casa, a su mesa, y nos conduzca hacia «fuentes tranquilas», para que, en la acogida del don de su Espíritu, podamos beber en sus manantiales, fuentes de aquella agua viva «que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 14; cf. 7, 37-39). Gracias.




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