El ser humano es, en esencia, templo del Espíritu Santo, un verdadero sagrario donde se manifiesta la presencia sacramental de Cristo.
    Beatrice Bruteau señalaba que “en lo profundo de nosotros está el verdadero yo, y el verdadero Yo ni está distante ni es distinto del Origen del Ser”… ¡Sí, como bellamente indicaba la Carta de Bernabé: “…En efecto, hermanos, la morada de nuestros corazones es un templo santo para el Señor” (De la Carta llamada de Bernabé. Cap 5)!
   Afirma Joyce Rupp que el “corazón”, en la tradición escriturística, connota todo nuestro ser interno, no físico, el núcleo de lo que somos. Esto incluye la mente, las emociones, el espíritu, la voluntad, la intuición, la memoria y el inconsciente… 
¡Si, como se indica en la Carta de Bernabé: “la morada de nuestros corazones es un templo santo para el Señor”.