VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).
1.-LA LIBERTAD EN EL JUDAÍSMO:
Hay que afirmar, según Julio Lois Fernández,
que “la realidad que expresa el término liberación tiene profunda raigambre
bíblica. Al Dios bíblico se le comprende como el salvador que actúa en la
historia de los seres humanos de forma liberadora y por eso la salvación se
entiende en términos de liberación. Los vocablos hebreos «nasal» y «yasa»
connotan simultáneamente ambos aspectos. En la fe del pueblo de Israel, confesada
en los «credos» más importantes (cf. por ej. Dt 6, 20 ss; 26, 5 ss; Jos 24,
2-13) salvación equivale a liberación y a Dios se le define, en referencia al
Éxodo, como el «liberador», el «go el» del pueblo (cf. Is 43,
14; 47, 4; Jer 50, 34)”.
U.Pellegrino
comenta que la historicidad es la dimensión nueva que distingue el concepto de
libertad en el hebraísmo de las religiones del extremo oriente y de la
filosofía griega: “En la religión hebrea
la libertad adquiere una nueva dimensión que no existe en las religiones del
extremo oriente ni en la filosofía griega: la historicidad. En efecto, en el
hebraísmo la religión no es solamente relación del individuo con Dios y visión
de la naturaleza en Dios, sino que es ante todo salvación ofrecida por Dios al pueblo
hebreo y a toda la humanidad mediante unos hechos históricos. Estos hechos se
refieren al origen de la humanidad, a la que Dios se comunicó mediante los
patriarcas y los profetas; al desarrollo de la historia, cuyo centro es el
mesianismo; y al final de la historia, que tiende al establecimiento definitivo
del reino de Dios en el mundo. La revelación de Dios en la historia está ligada
a cuatro elementos fundamentales (monoteísmo creacionista, pacto, mesianismo,
escatología) que cualifican el concepto de libertad del hebraísmo”. (pág 322).
U. Pellegrino indica que hay cuatro
elementos fundamentales que cualifican el concepto de libertad del hebraísmo:
el monoteísmo creacionista, pacto, mesianismo y escatología. Y señala que
en el hebraísmo “la religión es ante todo salvación ofrecida por Dios al pueblo
hebreo y a toda la humanidad mediante unos hechos históricos”.
Para U. Pellegrino, el monosteísmo
creacionista sitúa a Dios absolutamente libre frente a cualquier otro ser”, y
“quedan relativizadas todas las instituciones históricas. La liberación del
pueblo hebreo del faraón de Egipto es el paradigma de la liberación de
cualquier otro pueblo de todo poder que se erija como absoluto. La igualdad de
derechos de las personas libres y de los esclavos se basa en la identidad del
Dios creador, que impulsa a la liberación de la esclavitud” (pág 322-323).
Para U. Pellegrino, “El pacto que liga a
Dios y al pueblo es un pacto de libertad y de liberación. Al amor de Dios
salvador se responde con la fe, que es un acto de libertad con el que los
hombres se insertan en el pueblo de Dios, que tiende comunitariamente a
realizar el reino de Dios” (pág 323). Además, “puesto que Yahvé es el único
Señor, su ley libera de las fuerzas del mal y exige como código de santidad el
amor fraterno que se dirige a todos los hombres” (Lev 25, 39; Dt 24, 14; Jer
22,13).
El tercer elemento que cualifica el
concepto de libertad en el hebraísmo, a juicio de U. Pellegrino, es el
mesianismo: “El mesianismo se inserta en esta concepción del único Dios
Salvador, como espera de un Mesías que libera a la humanidad del pecado no con
la fuerza, sin con el humilde servicio, con la ofrenda sacrificial de sí mismo
(Is 53,1). La libre sustitución vicaria del inocente, que se sacrifica por amor
a los pecadores es uno de los rasgos esenciales del mesianismo hebreo, que
pasará a ser central en el nuevo testamento”… (pág 323).
El cuarto elemento sería el escatologismo:
“El mesianismo hebreo guarda relación con el escatologismo. Es cierto que la
orientación finalista a la historia, que tiende a realizar el reino de Dios
como reino de justicia, de libertad, de paz con Dios y entre los hombres,
separa decididamente a la concepción hebrea de la historia de las concepciones
orientales, para las que la historia es apariencia que superar, y de la
concepción griega, que afirma su eterno retorno cíclico. El eterno retorno
cíclico de la historia es negación de la novedad y por tanto de libertad. El
finalismo bíblico, para el que la historia es un encuentro entre el obrar de
Dios y el obrar del hombre, es una afirmación de la continua novedad y de la
libertad del hombre, que va creando con Dios el fututo” (pág 323).
2.-LA LIBERTAD EN EL NUEVO TESTAMENTO:
Hay que afirmar, según Julio Lois Fernández, que “en los escritos neotestamentarios la liberación de los seres humanos se presenta como la finalidad perseguida por la acción de Dios en la historia. El reino que llega es oferta de salvación liberadora”.
Señala Julio Lois Fernández que “el
núcleo mismo de la revelación cristiana es la intervención salvíficoredentora
de Dios en la historia por medio de Jesucristo, con su contenido claramente
liberador”. Afirma Lois que “podemos
afirmar sin temor a exagerar que “liberación” es una palabra central de la
proclamación evangélica» y que «forma, junto con "salvación" los
términos cardinales para expresar la acción divina, y, en el Nuevo Testamento,
especialmente la misión de Jesús, la finalidad de su vida, acción y mensaje”.
Jesús de Nazaret se presenta como el Cristo, el Mesías, el liberador de
todos los seres humanos. La liberación es la finalidad de la vida y el mensaje
de Jesús:
a)
Muestra el rostro de Dios Padre, Dios-amor por excelencia, que
perdona y libera, buena noticia para los pobres.
b)
Asume el anuncio del Reino de Dios mediante su vida de servicio
incondicional al Reino, que concluye históricamente en su martirio en la cruz y
culmina definitivamente en la resurrección.
c)
Envía su Espíritu, como don gratuito que concede el seguimiento a
Jesús, que nos libera ya desde ahora de la esclavitud de la ley, el pecado y la
muerte. Y nos hace seres nuevos, caminantes hacia la plena liberación.
De este modo la liberación cristiana se
realiza en nosotros mediante la participación en la vida trinitaria de Dios.
Las bases evangélicas de la libertad
cristiana se pueden entender a la luz de la verificación y de la superación del
judaísmo en sus orígenes:
1.-la
verdad fundamental del cristianismo es un misterio trinitario, que manifiesta
la vida íntima de Dios como don de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. “Si la afirmación de Dios creador y liberador es la fuente de la libertad
hebrea, el amor trinitario como don que se comunica a los hombres es la fuente
de la libertad cristiana”
2.-La nueva libertad del cristiano, arraigada en la trinidad santísima, se expresa en un pacto nuevo que supera al pacto del Sinaí. “La vida de Dios entra con el pacto nuevo en el mundo en una relación directa y personal con cada hombre y cada hombre es llamado a una respuesta personal, y por tanto libre, responsable, para vivir en el mundo la vida misma de Dios. Esta es la ley nueva de la que habla Pablo: “la ley del Espíritu que da vida en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (Rom 8,2). Esta ley evidentemente no es una norma de acción exterior (en esto todas las leyes están en el mismo plano) incapaz de dar la vida, sino que es un principio de acción, un dinamismo interior, el que da fuerza de realizar cualquier norma justa por amor a Dios y al prójimo”.
3.- la nueva alianza lleva a cabo la esperanza mesiánica de los hebreos. El corazón del cristianismo es Cristo Hombre-Dios, la segunda persona de la santísma trinidad que con su nacimiento humano, vida y resurrección libera a la humanidad del pecado y la reconcilia con Dios...
4.-“Toda la historia humana
tiende a ese fin: el reino de Dios. Por eso el cristianismo es la religión
histórica por excelencia, en cuanto que no sólo el mundo físico está ordenado a
la perfección del hombre, sino que todo el desarrollo de la historia mundial
tiene un significado ético-religioso: es la progresiva revelación del amor de
Dios a la humanidad y de la libre respuesta de la humanidad a Dios. Quien
admita que la vida humana y la historia acabarán en la nada, admite la victoria
final de la necesidad. La fe cristiana cree por el contrario en la victoria
final del amor, de la libertad. (pág 324).
3.-LA LIBERTAD EN SAN PABLO:
San
Pablo decía con contundencia en la carta a los Gálatas: “Hermanos, escribe San
Pablo, habéis sido llamados a la libertad” (Gál 5,13).
El
primer choque fue con el hebraísmo, del que la cristiandad se separa
irremediablemente en el tema de la ley y de la libertad evangélica.
A juicio de Edouard Cothenet, en Gálatas,
“la libertad que predica Pablo corresponde a una vocación (5,15)… Esta llamada
a la libertad se inscribe en el plan divino que nos revela la promesa hecha a
Abrahán.
Además, “esta libertad no puede
desarrollarse más que en virtud de la redención realizada por Cristo” (5,1):
rescate de la situación de pecado en que se encontraba sumergida la humanidad
(Rom lo subrayará con toda claridad) y rescate de la tutela de la ley que,
lejos de curar al hombre, provoca su desobediencia (3,19).
Continúa Cothenet, que “la libertad
cristiana se caracteriza en primer lugar como vida filial (4,4-7). Supone por
tanto que hay que rechazar toda falsa concepción de Dios (idolatría, magia)
para reconocer en Dios al Padre de Jesucristo, a quien podemos llamar: Abba,
Padre. La perspectiva teologal prevalece sobre la perspectiva moral: la lucha
contra los malos deseos de la carne no es anterior a la conversión al Dios
Padre, sino la contemplación del amor paradójico de Dios, revelado por la cruz
de Cristo, que permite la lucha de liberación contra la tiranía del pecado”
Manifiesta Cothenet, que “la libertad
cristiana se desarrolla en el servicio mutuo, en el clima del agapè que
describe Gál 5,22s. Lejos de encerrar al hombre en su suficiencia, lo entrega a
los demás, lo mismo que Cristo se entregó por amor (2,20).
Señala Cothenet, que “el Espiritu Santo es
el actor decisivo: caminemos bajo el impulso (5,25), ya que donde está el
Espíritu del Señor allí está la libertad (2 Cor 3,17),
Indica que “nunca hemos de olvidar, según
la enseñanza de Pablo, que el mal está en la conciencia antes de estar en la
sociedad y que las reformas que miren a las estructuras no llevarán nunca a la
verdadera liberación del hombre si no van dirigidas por el Espíritu de
Jesucristo que provoca en cada uno al conversión personal”.
4.-LA LIBERTAD Y LA RESPONSABILIDAD
EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA.
El Catecismo de la Iglesia Católica tiene
un rico legado acerca de la libertad del ser humano y su importancia en el plan
de la salvación de Dios.
En número 1730 señala que “Dios ha creado
al hombre racional confiriéndola la dignidad de una persona dotada de la
iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios ‘dejar al hombre en manos de
su propia decisión’ (Si 15,14.), de modo que busque a su Creador sin coacciones
y, adhiriéndose a El, llegue libremente a la plena y feliz perfección”(GS
17): El hombre es racional, y por ello
semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos. (S. Ireneo, haer. 4,
4, 3).
En el número 1731, el Catecismo define la libertad y su relación íntima
con la responsabilidad: “La libertad es el poder, radicado en la razón y en la
voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por
sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí
mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en
la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a
Dios, nuestra bienaventuranza”.
En el número 1733, el Catecismo señala la evolución misma de la libertad
en el ser humano, lejos del mal: “En la medida en que el hombre hace más el
bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad sino en el
servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal
es un abuso de la libertad y conduce a “la esclavitud del pecado”(cf Rm 6,
17)”.
En el número 1734, el Catecismo manifiesta lo que aumenta en el ser
humano el dominio de su voluntad: “ La libertad hace al hombre responsable de
sus actos en la medida en que éstos son voluntarios. El progreso en la virtud,
el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad
sobre los propios actos”.
En el número 1735, el Catecismo indica algunas situaciones que
disminuyen la imputabilidad y la responsabilidad de una acción: “La
imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e
incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el
temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o
sociales”.
El Catecismo también habla
ampliamente de la libertad humana en la economía de la salvación:
En el número 1739, el Catecismo advierte que “la libertad del hombre es
finita y falible. De hecho el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el
proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado.
Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de
la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del
corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad”.
Interesante el número 1740 del Catecismo en que se afirma que el
ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer cualquier cosa:
“Es falso concebir al hombre ‘sujeto de esa libertad como un individuo
autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de los
bienes terrenales’ (CDF, instr. "Libertatis conscientia" 13). Por
otra parte, las condiciones de orden económico y social, político y cultural
requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con demasiada
frecuencia, desconocidas y violadas. Estas situaciones de ceguera y de
injusticia gravan la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los débiles
en la tentación de pecar contra la caridad. Al apartarse de la ley moral, el
hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo, rompe la
fraternidad con sus semejantes y se rebela contra la verdad divina”.
En el número 1741, el Catecismo subraya la relación de liberación y
salvación en el cristianismo: “Por su Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación
para todos los hombres. Los rescató del pecado que los tenía sometidos a
esclavitud. ‘Para ser libres nos libertó Cristo’ (Ga 5,1). En El participamos
de ‘la verdad que nos hace libres’ (Jn 8,32). El Espíritu Santo nos ha sido
dado, y, como enseña el apóstol, ‘donde está el Espíritu, allí está la
libertad’ (2 Co 3,17). Ya desde ahora nos gloriamos de la ‘libertad de los
hijos de Dios’ (Rm 8,21)”.
En el número 1742, el Catecismo indica la relación entre libertad y
gracia: “La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad
cuando ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto
en el corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia
cristiana, especialmente en la oración, a medida que somos más dóciles a los
impulsos de la gracia, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad
en las pruebas, como también ante las presiones y coacciones del mundo
exterior. Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la
libertad espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en
la Iglesia y en el mundo. Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros
los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos
libremente cumplir tu voluntad. (MR, colecta del domingo 32)”
Bibliografía:
1.-Catecismo de la
Iglesia Católica.
2.-U. Pellegrino. Diccionario Teológico Interdisciplinar.
3.-Edoudard
Cothenet. La Carta a los Gálatas. Cuadernos Bíblicos. Verbo Divino. 1981. 4.-Julio Lois Fernández. LIBERACIÓN.
(COLABORACIÓN EN LA REVISTA PARROQUIA La Rambla)
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