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sábado, 10 de mayo de 2025

RETIRO DE PASCUA 2025.





                   RETIRO DE PASCUA 2025.




















INTRODUCCIÓN AL BLOG

VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).



                          RETIRO DE PASCUA 2025.

                        



ORACIÓN INICIAL:

CANTO:      ILUMÍNAME, SEÑOR.

1.– Ilumíname, Señor, con tu Espíritu;  transfórmame, Señor,        con tu Espíritu. Ilumíname, Señor, con tu Espíritu. Ilumíname y transfórmame, Señor.

Y déjate sentir el fuego de tu amor aquí en mi  corazón, Señor. Y déjame sentir el fuego de tu amor aquí en mi corazón, Señor.

2.– Resucítame, Señor, con tu Espíritu:  conviérteme, Señor, con tu Espíritu.  Resucítame, Señor, con tu Espíritu. Resucítame y conviérteme, Señor.

3.– Fortaléceme, Señor, cono tu Espíritu. Consuélame, Señor, con tu Espíritu. Fortaléceme, Señor, con tu Espíritu. Fortaléceme y consuélame, Señor.

ORACIÓN DEL JUBILEO (PAPA FRANCISCO).

Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo,  nuestro          hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,            despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.                            

Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que   fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.             

La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y la paz de nuestro Redentor.  

A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén.

UNA COMUNIDAD DICE MUCHO (PATXI LOIDI)  


Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús...

Cuando habla de Jesús y no de sus reuniones...

Cuando anuncia a Jesús y no se anuncia a sí misma...

Cuando se gloría de Jesús y no de sus méritos...

Cuando se reúne en torno a Jesús y no en torno a sus   problemas...  

Cuando se extiende para Jesús y no para sí misma... 

Cuando se apoya en Jesús y no en su propia fuerza...  

Cuando vive de Jesús y no de sí misma...

Una comunidad no se tambalea por los fallos, sino por la falta de fe... No se debilita por los pecados, sino por la  ausencia de Jesùs... No se rompe por las tensiones, sino por el olvido de Jesùs... No se queda   pequeña por carencia de valores, sino porque Jesús dentro de ella es pequeño... No se ahoga por falta de aire fresco, sino por falta de aire de Jesús...                  

Una comunidad sólo se pierde cuando ha perdido a Jesús...

Una comunidad es fuerte cuando Jesús dentro de ella es fuerte.  

Una comunidad pesa cuando Jesús dentro de ella tiene su peso...    

  Una comunidad marcha unida cuando Jesús está en medio.  

Una comunidad se extiende cuando  extiende a Jesús... 

Una comunidad vive cuando vive de Jesús... 

Una comunidad convence y llena cuando es la          Comunidad de Jesús…

 

  ALGUIEN NOS AMA CON TODAS SUS FUERZAS.

Para todas las cosas negativas que nos decimos... Dios tiene una respuesta positiva.

Cuando decimos: es imposible…   Dios dice: “Todo es  posible” (Lc 18,27).  

 Cuando decimos: Estoy cansado...  Dios dice: “Yo te aliviaré” (Mt 11,26-30).

Cuando decimos: Nadie me quiere...   Dios dice: “Yo te amo” (Jn 3,16; 13,34).

Cuando decimos: No puedo continuar...   Dios dice: “Mi gracia te basta” (2 Cor 12,9)

 Cuando decimos: Estoy confuso…  Dios dice: “Yo enderezaré tus caminos” (Prov 3,5-6).

Cuando decimos: No puedo más...  Dios dice: “Lo puedes  todo” (Fil 4,13).

PALABRA DE DIOS.

Con la imagen de la viña Jesús transmite un mensaje de unión. Vinculados a Dios por el amor, los apóstoles darán fruto. Serán los amigos de Cristo y llevarán a cabo la obra que les ha confiado:     difundirán el amor entre los hombres.

LECTURA (Jn 15, 1-18) Se seleccionan algunas de las frases más impactantes para  reflexionar.

ANTÍFONA CANTADO: COMO EL PADRE ME AMÓ, YO OS HE AMADO, PERMANECER EN MI AMOR, PERMANECERD EN MI AMOR.

1.-“Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador". (15,1)

"Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta y todo el que da fruto, lo limpia para que dé mas fruto" (15,2) ANTÍFONA.

2.-"Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid; así  tampoco vosotros si no permanecéis en mí" (15,4b)

"Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada" (15,5) ANTÍFONA.

3.-”Pedid lo que queráis y lo conseguiréis" (15,7b)

"La gloria de mi Padre está en que deis fruto y seáis mis discípulos" (15,8)

"Como el Padre me amó, yo también os he amado ; permaneced en mi amor" (15,9) ANTÍFONA.

4.-”Este es mi mandamiento : que os améis los unos a los otros como yo os he  amado" (15,12)

"Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando" (15,14)

"ANTÍFONA.

ORACIÓN O (CARDENAL NEWMAN)

Oh Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya. Inunda mi  alma de tu espíritu y  vida.               Penétrame y aduéñate tan por completo de mí, que toda mi vida sea una irradiación de la      tuya. Ilumina por mi medio y de tal   manera toma posesión de mí, que cada alma con la que yo entre en contacto  pueda sentir tu  presencia en mi alma. 

Que al verme no me vea a mí, sino a Ti en mí Permanece en mí. Así resplandeceré con tu mismo resplandor, y que mi resplandor sirva de luz para los demás. Mi luz toda de Ti vendrá, Jesús: ni el más leve rayo será mío. Será Tú el que   iluminarás a otros por mi medio. 

  Sugiéreme la alabanza que más te agrada, iluminando a otros a mi alrededor. Que no te pregono con palabras sino con mi ejemplo, con el influjo de lo que yo lleve a cabo, con el destello visible del amor, que mi corazón saca de Ti ¡Amén!”

 

1.-PLÁTICA:

           




INTRODUCCIÓN:

         La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición,    establecida en los documentos del Nuevo Testamento.  

     Hay unanimidad de todos los escritos del NT: Dios ha resucitado al crucificado y nosotros somos testigos. Hay que afirmar s que el interés de Jesús de Nazaret, su mensaje, sus hechos y palabras, sus   encuentros liberadores con la gente de su tiempo,... en el Nuevo Testamento, especialmente en los evangelios, se hacen y parten desde la resurrección: todo interesa ¨a la luz de la Resurrección".  Y los Apóstoles, testigos del Resucitado, apelan siempre a la experiencia pascual de Jesús de Nazaret. 

     Todas las fuentes cristianas sin distinción afirman la resurrección de Jesús. Es más, la resurrección de Jesús es la afirmación cardinal de la fe cristiana. 

Los Apóstoles apelarán siempre a la experiencia pascual fundante de Jesús de Nazaret y la esencia misma de toda su predicación: Dios ha resucitado al crucificado y              nosotros somos testigos.

     Todos los escritos del Nuevo Testamento proclaman sin ambigüedad que el crucificado vive y se ha manifestado vivo a los Apóstoles.

    Ciertamente ninguno de los evangelios describe la Resurrección de Jesús. Afirman que el Crucificado se les ha manifestado vivo.  

    Este mensaje esencial de la Resurrección del crucificado se expresa de tres maneras en el Nuevo Testamento: en discursos kerigmáticos, en himnos y credos y en narraciones/relatos. Y las tres maneras tienen una misma finalidad: suscitar la fe en Jesús, el Cristo, o fortalecerla en la comunidad cristiana.   

   Hay una identidad única entre el crucificado-resucitado: el resucitado es el mismo que murió, pero se manifiesta de manera distinta. Ahora bien, “este acontecimiento es afirmado, a los ojos del Nuevo Testamento, no solamente como una transformación en los mismos Apóstoles y una experiencia subjetiva en los seguidores del Maestro, sino algo que ocurrió realmente en el mismo Jesús.

      Todos los escritos que hablan de las apariciones subrayan una transformación en el mismo Jesús. Al principio, ninguno de los Apóstoles reconocen al “Resucitado” y él se les impone a pesar de sus resistencias, recelos, dudas y sospechas.  

    La auténtica fe cristiana se debe fundamentar en la experiencia pascual de Jesús de Nazaret, vivida y testimoniada por unos testigos válidos, que puedan dar soporte estructural a una continuidad legítima entre nosotros y el mismo Jesús.   

   Verdaderamente los evangelios no describen el acontecimiento mismo y subrayan la transformación interna y externa de los mismos discípulos. Aquellos hombres, que la muerte de Jesús los deja sumidos en la desesperación y la tristeza, empiezan a anunciar con gran alegría y valentía la Resurrección de Jesús, poniendo en riesgo sus propias vidas… De hecho, casi todos los apóstoles prefirieron morir antes que renunciar a esa experiencia.

    A decir verdad, a ninguno de los Apóstoles les fue fácil convencerse de este acontecimiento y el Resucitado “les complicó la vida a estos hombres”, que la mayoría murieron martirizados por mantenerse en sintonía y en presencia del Maestro, sufriendo incluso violencia y persecución. Y en medio de las dificultades siempre apelaron a la experiencia pascual fundante de Jesús de Nazaret.


 

LA LECTIO DIVINA: Cómo orar con la Palabra de Dios.

      La lectura orante de la Palabra, más que una reflexión, es una experiencia de encuentro personal e íntimo con Dios, que te ama y sale a tu encuentro.

    Estos pasos te van llevando al mismo interior de la Palabra.


1. INVOCA AL ESPÍRITU SANTO: 

Pídele que te ilumine y te abra a la comprensión de la           Palabra y que te anime a la respuesta con tu vida.


2. LEE LA PALABRA DE DIOS: 

Lee muy despacio el texto bíblico. Vuelve a leerlo.                 Lee también algún comentario que te ayude a conocer mejor el sentido del texto. 

Dale       tiempo al Señor y escucha el mensaje que Él quiere darte en esta Palabra.

3. MEDITACIÓN: ¿QUÉ TE DICE DIOS EN EL TEXTO BÍBLICO? 

Una vez que hayas captado el sentido del texto, entonces puedes hacerte esta         pregunta: qué me dice esta Palabra.

4. ORACIÓN: ¿QUÉ LE DIGO O DECIMOS A DIOS?    

Respóndele al Señor que te ha dado su mensaje en la Palabra meditada. Tu actitud sea la de la Virgen María: Hágase en mí según tu Palabra.

5. CONTEMPLACIÓN: ¿CÓMO INTERIORIZAMOS LA PALABRA DE DIOS?  

Déjate animar por el ardor de la Palabra, como quien recibe el calor del sol.

6. ACCIÓN: ¿A QUÉ NOS COMPROMETEMOS CON DIOS?  

Haciendo un compromiso que brote de este encuentro con el Señor. Es el salto a la vida. Animado e invadido por la    Palabra,  regresa a la vida con otra actitud.

 

1. INVOCA AL ESPÍRITU SANTO.





   Invocamos al Espíritu Santo. Es el mejor regalo que nos da el Resucitado.

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,

lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;

por tu bondad y gracia, dale al esfuerzo su mérito;

salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.


2.-LEEMOS LA PALABRA DE DIOS: Jn 20, 19-31.





19Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 20Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 22Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonéis los pecados, les quedan    perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan  retenidos». 24Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25Y los otros discípulos le  decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su   costado, no lo creo». 26A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a  vosotros». 27Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino   creyente». 28Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». 29Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». 30Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo   Jesús a la vista de los discípulos. 31Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que,  creyendo, tengáis vida en su nombre.

DETALLES DEL TEXTO: ¿QUÉ NOS DICE EL TEXTO?
Estudio Bíblico.




El capítulo 20 de Juan, después de darle sepultura a Jesús, nos   describe lo sucedido el primer día de la semana”.

    Al alba, muy temprano, María Magdalena que visita el sepulcro y al ver la piedra  movida, busca a Pedro y al discípulo amado a fin de     darles la noticia de que el Señor no estaba en la tumba. Mientras ellos entraron, ella “afuera” lloraba (20,11-15). Sólo después de escuchar pronunciar su nombre reconoce a Jesús resucitado, y va a   anunciarles al resto de los Discípulos lo que había sucedido (20,16-18).

Al atardecer de ese mismo día”, luego de consolar a María  Magdalena, el Señor llega al lugar donde estaban sus Discípulos. Y el evangelista nos da un detalle externo “estando cerradas las  puertas” pero como signo de otra cerrazón mucho más profunda e interna: aquella de los Discípulos encerrados en sí mismos “por el temor a los judíos”. Inmediatamente, Juan resalta, por el contrario, la fuerza del gesto realizado por   Jesús: “se puso de pie en medio de ellos”. Por un lado ellos atrincherados en una habitación cerrada y a oscuras (para no ser descubiertos por el enemigo) y, por el otro      lado, la libertad del que ya nada ni nadie puede detener.

 Con expresiones gráficas el evangelista nos narra la situación lamentable de los discípulos y la fuerza del Resucitado.         “Al atardecer” (casi noche), “con las puertas cerradas”, “llenos de miedo” reflejan la noche y la cerrazón de los Diez Apóstoles como signo de las tinieblas y de las dudas de fe que estaban atravesando.    

  Con su venida, Jesús no sólo está consolando, desatando y liberando a los  Discípulos sino que también está confirmando la veracidad de su Palabra y dando   cumplimiento a tantas promesas pronunciadas días antes.

 Llegó el momento de salir del encierro y de la   incomprensión. Por eso, una vez que constataron que se trataba del mismo que habían crucificado, el evangelista afirma: “los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn 20,20).

    Jesús ya les había anunciado el envío del Espíritu (Jn 14,26; 15,26; 16,7) y con Él, la paz   verdadera, la paz que sólo se encuentra “en Él” (Jn 16,33).

   El punto culminante del texto de este 2º Domingo de Pascua: “19Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a           vosotros». 20Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 22Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,19-23). Ahora sí, bien podríamos afirmar que todas sus promesas ya están cumplidas.

        El primer significado del término “paz” es, sin dudas, como se usa hasta el día de hoy entre los judíos, el del contenido del saludo hebreo: “Shalom Aleijem” (“Paz a vosotros”). 

    Jesús, aunque irrumpe sin previo aviso, empieza por saludarlos. Sin embargo, en un segundo nivel, el evangelista quiere darnos un mensaje mucho más significativo. 

    En el Antiguo Testamento, Shalom es un término muy rico: significa la totalidad de bienes. No solamente ausencia de guerra o de conflictos. Shalom es paz, prosperidad, equilibrio, fecundidad, armonía, serenidad, integridad de bienes… Dar “paz” es dar todo lo bueno que tiene Dios y que quiere dar a todas las personas. Ahora, llegada la plenitud de los tiempos, Dios da todo lo suyo, entrega a su propio Hijo (cfr. Gal 4,4). Por lo tanto, en este caso y tal como lo afirma Pablo: “Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14), bien podríamos interpretar: “Yo a ustedes”.

    Sin embargo, ni la paz, ni la prosperidad, ni la armonía, ni la plenitud de bienes… ni nada     sería posible si no fuera porque Jesús, en ese mismo día tan intenso y tan lleno de dones “sopló sobre ellos” y les dio su “Espíritu Santo”. Sin esta fuerza de lo alto, no se concibe nada. Soplar es comunicar la respiración que testifica la vida. Jesús está comunicando su propia vitalidad: la vitalidad del resucitado. El Espíritu se entiende, entonces, como el don que viene de Jesús Resucitado y que nos va a hacer posible el ser cristiano y toda acción misionera, no antes sin exorcizar miedos, restaurar y consolar interiormente.

      “Mientras les decía esto, les mostró sus manos y su costado”, es decir, aquellos signos que corroboraban que el Resucitado es el mismo que el Crucificado y “los   Discípulos se llenaron de alegría”.  Y fue entonces cuando Jesús les hizo un nuevo regalo: los capacitó para la  misión. “Como el me ha enviado, así también os envío yo».(Jn 20,19a).

   Ahora sí están en condiciones de “salir” del lugar donde estaban cerradas las puertas para ir a la    misión.      Este saludo unido a este soplo tan especial son una invitación, pues, a recibir el “Pentecostés” que viene a ser como una especie de trasplante de la vitalidad, del amor, de la  iniciativa de bien, de la fuerza misionera del Resucitado como asimismo de su capacidad de perdonar.  

    Sin embargo, “Tomás, el mellizo” no estaba en la comunidad y sólo recibió la noticia de la visita del Señor por mediación de “los otros discípulos” que le contaron: “¡Hemos visto al Señor!”.      

     Era el primer anuncio del Resucitado que hacían los  recientemente enviados y llenos del Espíritu. Pero quizás, también tendríamos que decir, su primera desilusión. Porque Tomás, uno de ellos, no creyó

      Lo cierto es que Tomás, como aquellas puertas del lugar en donde estaban reunidos los Diez, se cerró a la fe. Por definición, la fe es la plena certeza de las realidades que no se ven” (Heb 11,1b).             

     Creer es asentir sin evidencia. Por lo tanto, la condición que pone Tomás: “si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su  costado, no lo creeré”, es una clara opción de no querer creer como asimismo, una clara invitación a recibir el mensaje. 

     Sin embargo, “ocho días más tarde” se vuelve a repetir la situación, relatada  mucho más   sobriamente por el evangelista, pero con la única diferencia de que ahora “Tomás estaba con ellos”. Jesús vuelve a saludarlos y a comunicarles su Paz e inmediatamente llama a Tomás a     constatar  las evidencias del Resucitado: “trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.

    Jesús reprocha a Tomás: “Ahora crees, porque me has visto”. Es reprochado por haber rechazado el testimonio de los otros apóstoles.

    Para creer hay que verlo directamente, como los Discípulos, o indirectamente, como  nosotros, que nos apoyamos en el ver y en la predicación de los Discípulos. 

   La fe es un don de Dios, pero tiene también sus bases humanas, como pueden ser, por ejemplo, el estudio o el testimonio de los testigos. Este Evangelio nos enseña una lección de fe y, nos invita a no esperar signos visibles para creer.

    La evidencia de la presencia de Cristo seguro deshizo la obstinación de Tomás que respondió con un credo tan extraordinario que logró permanecer hasta nuestros días   como memorial y fórmula de fe privada, reservado para el momento de la elevación de los signos eucarísticos de la Misa: “Señor mío y Dios mío”. Estamos ante uno de los más exquisitos reconocimientos de la divinidad del               Resucitado que presentan los Evangelios.

    Ante tan impactante respuesta, Jesús no quedó callado y parece        hasta querer “redoblar la   apuesta”. Deja para quienes venimos detrás de  Tomás todo un legado que es un verdadero plan de acción,pero en forma de bienaventuranza: “Felices los que creen sin haber visto”.

   El texto nos muestra el itinerario completo de las condiciones necesarias para que la evangelización obtenga su cometido y de   frutos. Parece que no sólo basta que Jesús salude y   done su Paz –  Espíritu Santo a los futuros enviados o      evangelizadores (que sin Él permanecen  temerosos e inoperantes encerrados en un lugar oscuro).

      El texto también revela la necesidad de que sea el mismo Jesús quien irrumpa en la vida del futuro evangelizado para que el anuncio sea creído y   asumido con fe.


2.-MEDITACIÓN: ¿QUÉ ME DICE O NOS DICE DIOS EN EL TEXTO?




Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

   *¿Cuál es tu situación hoy y ahora?

La situación de los Diez Apóstoles,...temeroso y desanimados; o la situación de Tomás, alejados el resto y encerrados en la duda y el desencanto.

*¿A quién te invita hoy el Señor a perdonar?

    El contenido básico de la Buena Noticia en este texto es hoy “hemos visto al Señor”.   

   La fe comienza por “ver” las señales del Resucitado en los mismos seres humanos y en la   realidad en que vivimos. Podemos verlo, por ejemplo, en las llagas de los que   sufren. 

*¿Dónde más podemos decir hoy que “vemos al Señor” o “dónde más podemos  encontrarlo”? ¿Podemos hacer algo para “verlo” mejor?

    No es difícil imaginarse la emoción y el agradecimiento de Tomás ante semejante gesto amoroso de Jesús que terminó cumpliendo sus deseos pero, tal vez, al mismo tiempo,        también debió haberse entristecido por haber dudado de su Dios Señor.  

  ¿Cuáles se te ocurren que fueron las emociones o sentimientos de Jesús y de los otros Discípulos? ¿Con cuál de todos estos afectos te identificas en este momento de tu vida?

 

3.-ORACIÓN: ¿QUÉ LE DIGO O DECIMOS A DIOS?




     Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo  escuchar su   Palabra Salvadora.

El texto nos invita a pedir:

“Señor, aumenta mi fe”; pero también: “Señor, aumenta la fe de aquellos a quienes nos pides que vayamos a llevar la buena noticia de “haber visto al Señor”.

  Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría.  Añadimos nuestras intenciones de oración.

4.-CONTEMPLACIÓN: ¿CÓMO INTERIORIZAMOS LA PALABRA DE DIOS?




 

      Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este  versículo  del  Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón: 

«¡Hemos visto al Señor!» (Versículo 25). 

Señor, aumenta nuestra fe.

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.-ACCÍÓN: ¿A QUÉ NOS COMPROMETEMOS CON DIOS?




      Interioriza y pide con insistencia cómo fortalecer la fe recibida y cómo superar nuestras dificultades y recelos.                 Pensemos en nombres de personas  concretas que nos parezca que necesitan   fortalecer su fe.           

    Pedimos por ellas rezando un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria por sus    necesidades e intenciones.

 


 

 

 






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