VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).
ORACIÓN INICIAL:
CANTO:
SI VIENES CONMIGO Y ALIENTAS MI FE, SI ESTÁS A MI LADO, ¿A QUIÉN TEMERÉ? (BIS).
1.-A nada tengo miedo, a nadie he de temer, Señor, si me protegen tu amor y tu poder. Me llevas de la mano, me ofreces todo bien. Señor, Tú me levantas si vuelvo a caer.
SI VIENES CONMIGO Y ALIENTAS MI FE, SI ESTÁS A MI LADO, ¿A QUIÉN TEMERÉ? (BIS).
2.-En cosas que se mueren yo puse el corazón. Fue tierra mi tesoro, fue vana mi ilusión. En cosas que se mueren me voy muriendo yo. Tú sólo vives siempre, Tú sólo mi Señor.
SI VIENES CONMIGO Y ALIENTAS MI FE, SI ESTÁS A MI LADO, ¿A QUIÉN TEMERÉ? (BIS).
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN:
Tú que eres Amor, invádeme.
Tú que eres Santo, santifícame.
Tú que eres Fuente viva, sáciame.
Tú que eres Entrega, utilízame.
Tú que eres Presencia, envuélveme.
Tú que eres Plenitud, lléname.
Tú que eres Centro, céntrame en ti, rebósame de ti
y muéstrame tu rostro.
Hazme capacidad. Hazme silencio. Hazme Tú.
SALMO 22.
*El Señor es mi pastor, nada me falta: En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
*Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: Tu vara y tu cayado me sosiegan.
*Preparas una mesa ante mi, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, Y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
CANTO:
Resucítame, Señor con tu Espíritu; conviérteme, Señor con tu Espíritu; Resucítame, Señor, con tu Espíritu. Resucítame y conviérteme, Señor. Y déjame sentir el fuego de tu amor aquí en mi corazón, Señor. (2)
1.-PLÁTICA:
La Resurrección de Jesús es el punto central de la fe cristiana.
UN FOCO DE LUZ QUE LO ILUMINA TODO Y LO RELEE TODO
*Todas las fuentes cristianas sin distinción afirman la resurrección de Jesús. Es más, la resurrección de Jesús de Nazaret es la fundamento cardinal de la fe cristiana. Es tan importante y esencial este principio, que San Pablo de Tarso escribía a la comunidad cristiana de Corinto: “Si Cristo no ha resucitado, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe” (1 Cor 15,14).
De ahí que el Catecismo de la Iglesia Católica dirá: “El Misterio Pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los apóstoles, y la Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar al mundo. El designio salvador de Dios se ha cumplido de “una vez por todas” (Hb 9,26) por la muerte redentora de su Hijo Jesucristo” (CIC 571).
*Hay unanimidad de todos los escritos del NT: Dios ha resucitado al crucificado y nosotros somos testigos.
Hay que afirmar que el interés de Jesús de Nazaret, su mensaje, sus hechos y palabras, sus encuentros liberadores con la gente de su tiempo,... en el Nuevo Testamento, especialmente en los evangelios, se hacen y parten desde la resurrección: todo interesa ¨a la luz de la Resurrección".
Y los Apóstoles, testigos del Resucitado, apelan siempre a la experiencia pascual de Jesús de Nazaret.
Su mensaje es sencillo y contundente como lo expresa el Apóstol Pedro el día de ¡Pentecostés en Jerusalén:
"... a Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por Dios entre vosotros cono milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismo sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y precio conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio;... A éste Jesús Dios le resucitó ; de lo cual todos somos testigos. Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido… Sepa, pues con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2,22-36)
De ahí que el Catecismo de la Iglesia Católica dirá que "la Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:...” (Nº 638 DEL CATECISMO).
MANERAS DE ANUNCIAR EL MENSAJE
El mensaje esencial se expresa de tres maneras:
1.-en discursos kerigmáticos,
2.-en himnos y credos
3.-en narraciones/relatos.
Y las tres maneras tienen una misma finalidad: suscitar la fe en Jesús, el Cristo, o fortalecerla en la comunidad cristiana.
En el segundo volumen de San Lucas, los Hechos de los Apóstoles, aparecen varios discursos en clave kerigmática: 8 de San Pedro, 9 de San Pablo y algunos otros, entre ellos el discurso de San Esteban, el día que fue martirizado.
En todos los discursos hay tres elementos en común:
Primero: toda la vida de Jesús se relee desde la Resurrección.
..."Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracias de un asesino, y matasteis al Jefe que lleva a la Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello..." (Hch 3,14ss).
Segundo: Se enmarca desde las Sagradas Escrituras y es interpretado todo desde ella.
"Para que se cumpliera las Sagradas Escrituras". Como bien decía Pedro: "Y todos los profetas desde Samuel y sus sucesores han hablado, anunciaron también estos días" (Hch 32, 24)
Tercero: pretenden llevar a la conversión y a la fe en Jesús.
“..Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: "¿Qué tenemos de hacer, hermanos?" Pedro les contestó: "Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo..." (Hch 2,36-38ss).
II.-HIMNOS Y CREDOS.
Himnos y los credos confiesan con contundencia que Jesús ha resucitado, y lo hacen con fórmulas muy estables (Rom 4,25; 10, 9; Flp 2,6-11; 1 Cor 15,1-8)
San Pablo de Tarso, en su carta a la Comunidad de Corinto, remite al Credo que él mismo recibió, probablemente en su Bautismo en Damasco.
" Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, por el cual también sois salvado, si lo guardáis tal como os lo prediqué... Si no ¡habríais creído en vano! Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; ….. Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo..." (1 Cor 15,1-8ss)
San Pablo, en el Himno a los Filipenses, subraya la humillación y la kénosis de Jesucristo resucitado, “el cual siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo….
Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEŇOR para gloria de Dios Padre.” (Flp 2,6-11)
III.-NARRACIONES Y RELATOS.
A diferencia de los Himnos y los Credos, que afirman la fe en el Resucitado con fórmulas cortas y precisas, en las narraciones se hacen con relatos de historia (Mt 28; Mc 16; Lc 24; Jn 20-21).
El interés de Jesús de Nazaret, su mensaje, sus hechos y palabras, sus encuentros liberadores con la gente de su tiempo, etc., parten desde la resurrección: todo interesa “a la luz de la Resurrección”.
2 PLÁTICA: LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS:
1.-TEXTO BÍBLICO:
13Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; 14iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. 15Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. 16Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. 17Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido. 18Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». 19Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; 20cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. 21Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. 22Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, 23y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. 24Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». 25Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! 26¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». 27Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. 28Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; 29pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. 30Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. 32Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». 33Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, 34que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». 35Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
2.-CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Hoy quisiera detenerme en la experiencia de los dos discípulos de Emaús, del cual habla el Evangelio de Lucas (Cfr. 24,13-35).
Imaginemos la escena: dos hombres caminaban decepcionados, tristes, convencidos de dejar atrás la amargura de un acontecimiento terminado mal. Antes de esa Pascua estaban llenos de entusiasmo: convencidos de que esos días habrían sido decisivos para sus expectativas y para la esperanza de todo el pueblo. Jesús, a quien habían confiado sus vidas, parecía finalmente haber llegado a la batalla decisiva: ahora habría manifestado su poder, después de un largo periodo de preparación y de ocultamiento.
Esto era aquello que ellos esperaban, y no fue así. Los dos peregrinos cultivaban sólo una esperanza humana, que ahora se hacía pedazos. Esa cruz izada en el Calvario era el signo más elocuente de una derrota que no habían pronosticado. Si de verdad ese Jesús era según el corazón de Dios, deberían concluir que Dios era inerme, indefenso en las manos de los violentos, incapaz de oponer resistencia al mal.
Así, esa mañana de ese domingo, estos dos huyen de Jerusalén. En sus ojos todavía están los sucesos de la pasión, la muerte de Jesús; y en el ánimo el penoso desvelarse de esos acontecimientos, durante el obligado descanso del sábado. Esa fiesta de la Pascua, que debía entonar el canto de la liberación, en cambio se había convertido en el día más doloroso de sus vidas. Dejan Jerusalén para ir a otra parte, a un poblado tranquilo. Tienen todo el aspecto de personas intencionadas a quitar un recuerdo que duele. Entonces están por la calle y caminan. Tristes. Este escenario – la calle – había sido importante en las narraciones de los evangelios; ahora se convertirá aún más, desde el momento en el cual se comienza a narrar la historia de la Iglesia.
El encuentro de Jesús con esos dos discípulos parece ser del todo casual: se parece a uno de los tantos cruces que suceden en la vida. Los dos discípulos caminan pensativos y un desconocido se les une. Es Jesús; pero sus ojos no están en grado de reconocerlo. Y entonces Jesús comienza su “terapia de la esperanza”. Y esto que sucede en este camino es una terapia de la esperanza.
¿Quién lo hace? Jesús. Sobre todo pregunta y escucha: nuestro Dios no es un Dios entrometido. Aunque si conoce ya el motivo de la desilusión de estos dos, les deja a ellos el tiempo para poder examinar en profundidad la amargura que los ha envuelto. El resultado es una confesión que es un estribillo de la existencia humana: «Nosotros esperábamos, pero Nosotros esperábamos, pero …» (v. 21). ¡Cuántas tristezas, cuántas derrotas, cuántos fracasos existen en la vida de cada persona! En el fondo somos todos un poco como estos dos discípulos. Cuántas veces en la vida hemos esperado, cuántas veces nos hemos sentido a un paso de la felicidad, y luego nos hemos encontrado por los suelos decepcionados. Pero Jesús camina: Jesús camina con todas las personas desconsoladas que proceden con la cabeza agachada. Y caminando con ellos, de manera discreta, logra dar esperanza.
Jesús les habla sobre todo a través de las Escrituras. Quien toma en la mano el libro de Dios no encontrará historias de heroísmo fácil, tempestivas campañas de conquista. La verdadera esperanza no es jamás a poco precio: pasa siempre a través de la derrota. La esperanza de quien no sufre, tal vez no es ni siquiera eso. A Dios no le gusta ser amado como se amaría a un líder que conduce a la victoria a su pueblo aplastando en la sangre a sus adversarios. Nuestro Dios es una farol suave que arde en un día frío y con viento, y por cuanto parezca frágil su presencia en este mundo, Él ha escogido el lugar que todos despreciamos.
¿En esta serie de gestos, no está quizás toda la historia de Jesús? ¿Y no está, en cada Eucaristía, también el signo de qué cosa debe ser la Iglesia? Jesús nos toma, nos bendice, “parte” nuestra vida – porque no hay amor sin sacrificio – y la ofrece a los demás, la ofrece a todos. Es un encuentro rápido, el de Jesús con los discípulos de Emaús. Pero en ello está todo el destino de la Iglesia. Nos narra que la comunidad cristiana no está encerrada en una ciudad fortificada, sino camina en su ambiente más vital, es decir la calle. Y ahí encuentra a las personas, con sus esperanzas y sus desilusiones, a veces enormes.
La Iglesia escucha las historias de todos, como emergen del cofre de la conciencia personal; para luego ofrecer la Palabra de vida, el testimonio del amor, amor fiel hasta el final. Y entonces el corazón de las personas vuelve a arder de esperanza. Todos nosotros, en nuestra vida, hemos tenido momentos difíciles, oscuros; momentos en los cuales caminábamos tristes, pensativos, sin horizonte, sólo con un muro delante.
Y Jesús siempre está junto a nosotros para darnos esperanza, para encender nuestro corazón y decir: “Ve adelante, yo estoy contigo. Ve adelante”
El secreto del camino que conduce a Emaús es todo esto: también a través de las apariencias contrarias, nosotros continuamos a ser amados, y Dios no dejará jamás de querernos mucho. Dios caminará con nosotros siempre, siempre, incluso en los momentos más dolorosos, también en los momentos más feos, también en los momentos de la derrota: ahí está el Señor. Y esta es nuestra esperanza: vayamos adelante con esta esperanza, porque Él está junto a nosotros caminando con nosotros. Siempre.
RECORRIDO DE FE Y BÚSQUEDA:
El Resucitado se presenta ante los discípulos en un recorrido de fe y de búsqueda, que va desde la situación dolorosa de éstos hasta la salida de Emaús para comunicar a sus compañeros el gozo del encuentro con Jesús Resucitado.
Podemos señalar estos pasos:
1.-Jesús se presenta en la historia humana.
2.-Jesús se manifiesta en la Palabra.
3.-Jesús se revela al partir el Pan.
4.-Jesús está en la Comunidad.
1.-Jesús se presenta en la historia humana, llena de sufrimientos con frecuencia.
Los dos de Emaús caminaban de espaldas a Jerusalén (donde había sucedido el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús), de espaldas a la comunidad de discípulos, sin ilusión, desesperanzados. Nosotros esperábamos
2.- Jesús se manifiesta en su Palabra.
El Desconocido catequiza a los dos de Emaús. Repasa la historia de la salvación, para hacerles comprender el misterio de la cruz: que el Mesías tenía que padecer para entrar en la gloria (v. 26). Les explicó lo que decían de él las Escrituras (v. 27).
3.- Jesús se revela al partir el pan.
Ante la súplica de los dos discípulos Quédate con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo (v.29), el Resucitado, sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a ellos (v. 30).
Es el momento luminoso cuando los discípulos reconocen totalmente al Resucitado. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron (v. 31).
4.-Jesús está en la comunidad.
Se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén (v. 33). Con la fe y la esperanza recuperadas, los dos de Emaús regresan a la comunidad que habían abandonado. Y estos dos, junto con los otros discípulos, a coro y con gran alegría, proclaman su experiencia del encuentro con el Resucitado.
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