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miércoles, 24 de abril de 2024

RETIRO DE PASCUA 2024.





                   RETIRO DE PASCUA 2024.


















INTRODUCCIÓN AL BLOG

VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).



                          RETIRO DE PASCUA 2024.





ORACIÓN INICIAL:



CANTO: ¡¡¡QUÉ DETALLE!!!

Qué detalle, Señor, has tenido conmigo. Cuando me llamaste, cuando me elegiste, cuando me dijiste que tú eras mi amigo. Qué detalle, Señor has tenido conmigo.

1.– Llamaste a mi puerta y pronunciaste mi nombre. Yo temblando te dije: “Aquí, estoy Señor”. Tú me hablaste de un reino, de un tesoro escondido, de un mensaje fraterno, que encendió mi ilusión.

PALABRAS DEL CARDENAL FRANÇOIS XAVIER NGUYTEN VAN THUAN.

Cuando me faltan las fuerzas y no logro ni siquiera recitar mis oraciones, repito: «Jesús, aquí estoy, soy Francisco». Me entra el gozo y el consuelo, experimento que Jesús me responde: «Francisco, aquí estoy, soy Jesús”.


ORACIÓN PARA PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO.

¡Oh Espíritu Santo!, humildemente te suplico que enriquezcas mi alma con la abundancia de tus  dones.

Haz que yo sepa, con el Don de la Sabiduría, apreciar en tal grado las cosas divinas, que con gozo y facilidad sepa frecuentemente prescindir de las terrenas.

Que acierte con el Don de Entendimiento, a ver con fe viva la trascendencia y belleza de la verdad cristiana.

Que, con el Don de Consejo, ponga los medios más conducentes para santificarme,  perseverar y  salvarme.

Que el Don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de la fe y en el camino de salvación.

Que sepa con el Don de Ciencia, discernir claramente entre el bien y el mal, entre lo falso y lo  verdadero, descubriendo los engaños del demonio, del mundo y del pecado.

Que, con el Don de Piedad, os ame como a Padre, os sirva con fervorosa devoción y sea  misericordioso con el prójimo.

Finalmente, que con el Don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y veneración a los mandamientos divinos, cuidando con creciente delicadez de no quebrantarlos lo más    mínimo.

Llenadme sobre todo, de vuestro santo amor. Que ese amor sea el móvil de toda mi vida espiritual. Que lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender, al menos con mi ejemplo, la sublimidad de    vuestra doctrina, la bondad de vuestros preceptos, la dulzura de vuestra caridad. Amén.


ALGUIEN NOS AMA CON TODAS SUS FUERZAS.

Para todas las cosas negativas que nos decimos... 

Dios tiene una respuesta positiva.

Cuando decimos: es imposible…                         

Dios dice: “Todo es  posible” (Lc 18,27).

Cuando decimos: Estoy cansado...                 

Dios dice: “Yo te aliviaré” (Mt 11,26-30).

Cuando decimos: Nadie me quiere...                 

Dios dice: “Yo te amo” (Jn 3,16; 13,34).

Cuando decimos: No puedo continuar...            

Dios dice: “Mi gracia te basta” (2 Cor 12,9).   

 Cuando decimos: Estoy confuso…  

Dios dice: “Yo enderezaré tus caminos” (Prov 3,5-6).

Cuando decimos: No puedo más...                    

 Dios dice: “Lo puedes  todo” (Fil 4,13).

ORACIÓN:

Necesito  tu presencia, un tú inagotable y encarnado que llena toda mi existencia, y tu ausencia, que purifica mis encuentros de toda fibra posesiva.

Necesito el saber de ti que da consistencia a mi               persona y mis proyectos, y el no  saber que abre mi vida a tu novedad y a toda diferencia. Necesito  el día claro en el que brillan los colores y se definen los linderos del camino, y la noche oscura en la que se  afinan mis sentimientos y mis sentidos.

Necesito  la palabra en la que te dices y me digo sin acabar nunca de decirnos, y el silencio en el que  descansa mi misterio en tu misterio. Necesito  el gozo que participa de tu alegría, última verdad tuya y del mundo, y el dolor, comunión con tu dolor universal, origen de la compasión y la ternura. (Benjamín González Buelta sj)

 

ALMA DE CRISTO

Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. 

¡Oh, buen Jesús!,   óyeme. Dentro de tus  llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti  Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.

UNAS PALABRAS MÁGICAS DE MADRE TERESA DE CALCUTA

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que  necesite comida;  

 Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua.  

 Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.   

  Cuando sufra,  dame alguien que necesita consuelo;           Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;  

  Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.        Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;    

 Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;   

 Cuando esté   desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.   

 Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;  

Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender; Cuando piense en mí mismo, vuelve mi  atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;            Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor   misericordioso, imagen del tuyo.


 ORACIÓN (Juan Pablo II) 

Enséñanos, te rogamos, la humildad de corazón para estar entre los pequeños del Evangelio a quienes el Padre prometió revelar los misterios de Su Reino.
Danos una mirada de fe capaz de reconocer inmediatamente en los pobres y en los que sufren el   mismo rostro de Jesús.   Sostennos en la hora del combate y de la prueba y, si caemos, haznos experimentar la alegría del            sacramento del perdón.   

 Transmítenos la tierna devoción hacia María, madre de Jesús y nuestra.   

 Acompáñanos en la peregrinación terrenal hacia la          Patria beata, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar por toda la eternidad la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

  


1.-PLÁTICA:

            








1.-PLÁTICA: JESUCRISTO RESUCITADO ES EL BUEN PASTOR.



TEXTO BÍBLICO: Jn 10,11-18.     
      En aquel tiempo dijo Jesús: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre”.
MEDITACIÓN POR JUAN VICENTE CATRET S.J.:        
  El evangelio de este domingo nos presenta a Jesucristo resucitado bajo tres imágenes: Pastor, Puerta y Vida. Vamos a reflexionar en ellas, con el deseo y petición de San Ignacio de Loyola: “conocimiento interno de Cristo, para más amarle y seguirle”.    
   La primera figura de Jesús es la de Pastor.         
 Imagen clara para los pueblos nómadas, que para los modernos significa jefe o conductor. Jesús es el líder de la Iglesia peregrina. Jesús habla a cada uno de nosotros en particular, …Jesús nos habla al corazón.   
     Nos da ejemplo, va caminando “delante” en la práctica del amor y la entrega. Jesús vive lo que predica. Predica el servicio a los demás hasta dar la vida por todos…     
    La segunda imagen de Jesús es la Puerta. 
 No para cerrar el paso a nadie, sino para abrirlo a todo el mundo, en todo tiempo y lugar. Es la puerta de su Corazón abierto de par en par, al morir en la cruz, y al resucitar con las llagas patentes, signo de acogida incondicional. Es la puerta estrecha que lleva a la salvación.                        
     La tercera imagen es la de la Vida.      
    Como el mismo Jesús dice: “Yo he venido para que tengan vida en abundancia”.    
    Es la Vida del resucitado, que ha vencido a la muerte, es el Viviente eterno. Los cristianos estamos llamados a defender la vida humana y mejorarla, desde la concepción hasta la muerte, añadiendo el nivel superior de la vida sobrenatural: la vida de Dios en nuestras almas.  
JESÚS ES EL BUEN PASTOR.    
 De todas las figuras que se aplican a Dios en el Antiguo Testamento, la del pastor es una de las más entrañables, que  expresan la ternura y solicitud divinas en favor de su pueblo.     
  Jesús se identifica como aquel a quien pertenecen las ovejas, "el Buen Pastor" al que oyen y siguen. Aquel que las guía a buenos pastos y las protege de los enemigos, dando incluso su vida por ellas. Sin duda, se trata de un término que nos habla de propiedad, cuidado, protección, conocimiento íntimo, amor ilimitado y sacrificado.   
En este versículo Jesús manifiesta que el verdadero pastor se distingue en cinco aspectos:   
 -El portero le reconoce como el pastor y le abre la puerta del redil.
-Las ovejas reconocen su voz y reaccionan a su llamamiento.
-Conoce bien a su rebaño y llama a cada oveja por su nombre particular.
-Cada día saca a su rebaño a comer, deseando que esté sano y bien alimentado.  
  -Da su vida por las oveja
LOS ENEMIGOS DE LAS OVEJAS.   
Las ovejas tienen varios enemigos importantes que son descritos aquí.     
Por un lado hay ladrones y salteadores que intentan robar las ovejas a su legítimo dueño.  
También están los asalariados, que sin ser enemigos de las ovejas, su interés por ellas es totalmente egoísta. Por último está el lobo, que solo viene a arrebatar y matar.                                                                              

EL LOBO.  

   Otro de los grandes peligros para las ovejas es el lobo, que en las Escrituras es usado como un símbolo de nuestro enemigo, el diablo. 

  El lobo ataca a las ovejas con la clara intención de matarlas para alimentarse de ellas, pero con frecuencia, muchas otras también resultan heridas, son dispersadas o mueren como consecuencia de estos ataques.  

El Señor advirtió a sus discípulos de que este enemigo estaría siempre presente: "He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos" (Mt 10,16). 

TEXTO BÍBLICO: SALMO 23 (22).

23 (22)1Salmo de David. |El Señor es mi pastor, nada me falta: 2en verdes praderas me hace recostar; | me conduce hacia fuentes tranquilas 3y repara mis fuerzas; | me guía por el sendero justo, | por el honor de su nombre. 4Aunque camine por cañadas oscuras, | nada temo, porque tú vas conmigo: | tu vara y tu cayado me sosiegan. 5Preparas una mesa ante mí, | enfrente de mis enemigos; | me unges la cabeza conme, | y mi copa rebosa. 6Tu bondad y tu misericordia me acompañan | todos los días de mi vida, | y habitaré en la casa del Señor | por años sin término.

Este es uno de los salmos más utilizados en la Iglesia por los cristianos de todos los tiempos.

      Jesús se nos presenta como el Buen Pastor enviado a conducir a todo el rebaño de los fieles y como huésped acogedor para todos los que somos peregrinos hacia la Casa del Padre. 

    Este precioso Salmo usa dos imágenes para referirse al Señor: como Pastor y como Anfitrión, usadas después en el Nuevo Testamento. 

         Este Salmo adquiere su pleno significado en las palabras de Jesús en el Evangelio de San Juan: Yo soy el buen pastor; conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí (Jn 10, 14).    

      Jesús usará esta misma comparación para explicar que es el Buen Pastor que “da su vida por las ovejas” manifestando así su gran amor por los hombres. 

     La imagen del pastor se aplica en el Antiguo Testamento al rey y a Dios mismo como protector de su pueblo. 

     La seguridad que ofrece el Señor, aun en medio de las mayores tribulaciones, lleva a confiar en El, en su autoridad y firmeza simbolizadas por la “vara y el cayado”.

1.- El Señor es mi pastor, nada me falta:                                                       

   El título de «pastor» para nombrar a los reyes y guías del pueblo es habitual en el Oriente antiguo, así como en Grecia y en otros pueblos. La Biblia lo utiliza varias veces para hablar de Dios..      

  Dios mismo, en el capítulo 34 del profeta Ezequiel, se compara a sí mismo con un Pastor que quiere cuidar, proteger y alimentar a sus fieles. Como los jefes del Pueblo han sido malos pastores, porque han utilizado a las ovejas en su propio provecho, Dios se ocupará personalmente de cada una, cubriendo todas sus necesidades.

 También las ovejas reconocían la voz y el olor de su pastor.
El salmo quiere evocar esa atmósfera de afecto, esa experiencia de confianza, de tranquilidad, porque se sabe que hay alguien que se interesa por ti, que se preocupa por tu vida.    

 Ciertamente, como escribió Santa Teresa de Jesús, «Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta».

2.- en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas  y repara mis fuerzas.   

  Después del cansancio del camino, el alimento, la bebida y el descanso nos hacen tomar fuerzas para poder seguir caminando. Literalmente dice: «repara mi aliento», mi alma, entendido como mi vigor y mi vida también. En algunas ocasiones nos sentimos agotados y nos parece que ya no podemos más.   

  Es el momento de escuchar las palabras del Salmo 27: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es mi fuerza y mi energía, ¿quién me hará temblar? Aunque los malvados se levanten contra mí... Él me recogerá en su tienda... Aunque mi padre y mi madre me abandonen, Él me acogerá».   

3.- Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.      

 Experiencia existencial de cada persona es descubrir que es un peregrinaje, y el camino a veces es tortuoso y difícil.   

 Nosotros sabemos que el Señor nos guía por el camino justo, el único bueno, aunque no lo entendamos inmediatamente.   

    Él nos lleva al mejor lugar, que nosotros solos no podríamos encontrar: las fuentes tranquilas, el agua que produce paz y calma la sed más profunda del que la bebe.    

   4.- Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.  

   Con el sonido del bastón de Dios en nuestras vidas, no tenemos miedo ni de la muerte.                  

I

I. MIEDO A LA INSEGURIDAD.  Inseguridad, no tener dónde agarrarse. Perder el equilibrio y el control.

II

II. MIEDO A PERDER LA DIRECCIÓN Y EL SENTIDO. No encontrar sentido, ser aplastado por la vida y el sistema.       Ser aprisionado ¡Sin guía!

III

III. MIEDO A LA MUERTE O A SER “DEVORADO”.  Ser absorbido por la agresividad de los otros. Impotencia. No saber afrontar la  muerte.

IV

IV. MIEDO A LA INDEFINICIÓN.  Miedo a no ser uno mismo. Indefinición.

V

V. MIEDO A “NAUFRAGAR” Y QUEDAR EN PELIGRO. Estar rodeado y agobiado. No tener salvación. Lugares peligrosos y tóxicos.

VI

VI. MIEDO A SER ASUMIR RESPONSABILIDADES. Miedo y sospecha de las sombras. Miedo a ser aplastado por el momento presente.

VII

VII. MIEDO AL RIDÍCULO Y AL FRACASO. Fracaso repentino.  Deseo de agradar y de triunfar, pero miedo al ridículo y al fracaso. Miedo a no cumplir con las expectativas de los demás.

VIII

VIII. MIEDO A SER ABANDONADO.  Miedo a perder la estabilidad familiar, la salud, la estabilidad económica y social.

IX

IX. MIEDO A LOS PROPIOS FANTASMAS.  Encontrarse solo con sus fantasmas. No cubrir nuestras expectativas personales y miedo al fracaso. No saber enfrentarse con los propios miedos.  






Con Dios sabemos hacia dónde dirigir nuestros pasos y encontramos sentido último a nuestra vida, a la existencia y al curso de la historia.    

 Con Dios superamos la tristeza y dificultades de la vida.  

5.- Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa.    

  “Alimento, aceite, vino: son los dones que dan vida y alegría porque van más allá de lo que es estrictamente necesario y expresan la gratuidad y la abundancia del amor” (Benedicto XVI).

6.- Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.    
  Dios nos prepara a cada uno de nosotros dos guardaespaldas que nos acompañen siempre: su bondad y su misericordia.   
   “La bondad y la fidelidad de Dios son la escolta que acompaña al salmista que sale de la tienda y se pone nuevamente en camino. Pero es un camino que adquiere un nuevo sentido, y se convierte en peregrinación hacia el templo del Señor, el lugar santo donde el orante quiere «habitar» para siempre y al cual quiere «regresar»” (Benedicto XVI).

AUDIENCIA GENERAL. PLAZA DE SAN PEDRO. BENEDICTO XVI. 5-11-2011.

Queridos hermanos y hermanas:

Dirigirse al Señor en la oración implica un acto radical de confianza, con la conciencia de fiarse de Dios, que es bueno, «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad» (Ex 34, 6-7; Sal 86, 15; cf. Jl 2, 13; Gn 4, 2; Sal 103, 8; 145, 8; Ne 9, 17). Por ello hoy quiero reflexionar con vosotros sobre un Salmo impregnado totalmente de confianza, donde el salmista expresa su serena certeza de ser guiado y protegido, puesto al seguro de todo peligro, porque el Señor es su pastor. Se trata del Salmo 23 —según la datación grecolatina, 22—, un texto familiar a todos y amado por todos.          

     «El Señor es mi pastor, nada me falta»: así empieza esta bella oración, evocando el ambiente nómada de los pastores y la experiencia de conocimiento recíproco que se establece entre el pastor y las ovejas que componen su pequeño rebaño. La imagen remite a un clima de confianza, intimidad y ternura: el pastor conoce una a una a sus ovejas, las llama por su nombre y ellas lo siguen porque lo reconocen y se fían de él (cf. Jn 10, 2-4). Él las cuida, las custodia como bienes preciosos, dispuesto a defenderlas, a garantizarles bienestar, a permitirles vivir en la tranquilidad. Nada puede faltar si el pastor está con ellas. A esta experiencia hace referencia el salmista, llamando a Dios su pastor, y dejándose guiar por él hacia praderas seguras: «En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre» (vv. 2-3).

    La visión que se abre ante nuestros ojos es la de praderas verdes y fuentes de agua límpida, oasis de paz hacia los cuales el pastor acompaña al rebaño, símbolos de los lugares de vida hacia los cuales el Señor conduce al salmista, quien se siente como las ovejas recostadas sobre la hierba junto a una fuente, en un momento de reposo, no en tensión o en estado de alarma, sino confiadas y tranquilas, porque el sitio es seguro, el agua es fresca, y el pastor vigila sobre ellas. Y no olvidemos que la escena evocada por el Salmo está ambientada en una tierra en gran parte desértica, azotada por el sol ardiente, donde el pastor seminómada de Oriente Medio vive con su rebaño en las estepas calcinadas que se extienden en torno a los poblados. Pero el pastor sabe dónde encontrar hierba y agua fresca, esenciales para la vida, sabe conducir al oasis donde el alma «repara sus fuerzas» y es posible recuperar las fuerzas y nuevas energías para volver a ponerse en camino.        

    Como dice el salmista, Dios lo guía hacia «verdes praderas» y «fuentes tranquilas», donde todo es sobreabundante, todo es donado en abundancia. Si el Señor es el pastor, incluso en el desierto, lugar de ausencia y de muerte, no disminuye la certeza de una presencia radical de vida, hasta llegar a decir: «nada me falta». El pastor, en efecto, se preocupa por el bienestar de su rebaño, acomoda sus propios ritmos y sus propias exigencias a las de sus ovejas, camina y vive con ellas, guiándolas por senderos «justos», es decir aptos para ellas, atendiendo a sus necesidades y no a las propias. Su prioridad es la seguridad de su rebaño, y es lo que busca al guiarlo.

   Queridos hermanos y hermanas, también nosotros, como el salmista, si caminamos detrás del «Pastor bueno», aunque los caminos de nuestra vida resulten difíciles, tortuosos o largos, con frecuencia incluso por zonas espiritualmente desérticas, sin agua y con un sol de racionalismo ardiente, bajo la guía del pastor bueno, Cristo, debemos estar seguros de ir por los senderos «justos», y que el Señor nos guía, está siempre cerca de nosotros y no nos faltará nada.      

    Por ello el salmista puede declarar una tranquilidad y una seguridad sin incertidumbres ni temores: «Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tu vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan» (v. 4). 

    Quien va con el Señor, incluso en los valles oscuros del sufrimiento, de la incertidumbre y de todos los problemas humanos, se siente seguro. Tú estás conmigo: esta es nuestra certeza, la certeza que nos sostiene. La oscuridad de la noche da miedo, con sus sombras cambiantes, la dificultad para distinguir los peligros, su silencio lleno de ruidos indescifrables. Si el rebaño se mueve después de la caída del sol, cuando la visibilidad se hace incierta, es normal que las ovejas se inquieten, existe el riesgo de tropezar, de alejarse o de perderse, y existe también el temor de que posibles agresores se escondan en la oscuridad. Para hablar del valle «oscuro», el salmista usa una expresión hebrea que evoca las tinieblas de la muerte, por lo cual el valle que hay que atravesar es un lugar de angustia, de amenazas terribles, de peligro de muerte. Sin embargo, el orante avanza seguro, sin miedo, porque sabe que el Señor está con él. Aquel «tú vas conmigo» es una proclamación de confianza inquebrantable, y sintetiza una experiencia de fe radical; la cercanía de Dios transforma la realidad, el valle oscuro pierde toda peligrosidad, se vacía de toda amenaza. El rebaño puede ahora caminar tranquilo, acompañado por el sonido familiar del bastón que golpea sobre el terreno e indica la presencia tranquilizadora del pastor.  

  Esta imagen confortante cierra la primera parte del Salmo, y da paso a una escena diversa. Estamos todavía en el desierto, donde el pastor vive con su rebaño, pero ahora somos transportados bajo su tienda, que se abre para dar hospitalidad: «Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa» (v. 5).  

    Ahora se presenta al Señor como Aquel que acoge al orante, con los signos de una hospitalidad generosa y llena de atenciones. El huésped divino prepara la comida sobre la «mesa», un término que en hebreo indica, en su sentido primitivo, la piel del animal que se extendía en la tierra y sobre la cual se ponían las viandas para la comida en común. Se trata de un gesto de compartir no sólo el alimento sino también la vida, en un ofrecimiento de comunión y de amistad que crea vínculos y expresa solidaridad. Luego viene el don generoso del aceite perfumado sobre la cabeza, que mitiga de la canícula del sol del desierto, refresca y alivia la piel, y alegra el espíritu con su fragancia. Por último, el cáliz rebosante añade una nota de fiesta, con su vino exquisito, compartido con generosidad sobreabundante. 

     Alimento, aceite, vino: son los dones que dan vida y alegría porque van más allá de lo que es estrictamente necesario y expresan la gratuidad y la abundancia del amor. El Salmo 104, celebrando la bondad providente del Señor, proclama: «Haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre. Él saca pan de los campos, y vino que alegra el corazón; aceite que da brillo a su rostro y el pan que le da fuerzas» (vv. 14-15). El salmista se convierte en objeto de numerosas atenciones, por ello se ve como un viandante que encuentra refugio en una tienda acogedora, mientras que sus enemigos deben detenerse a observar, sin poder intervenir, porque aquel que consideraban su presa se encuentra en un lugar seguro, se ha convertido en un huésped sagrado, intocable. Y el salmista somos nosotros si somos realmente creyentes en comunión con Cristo. 

  Cuando Dios abre su tienda para acogernos, nada puede hacernos mal.   

  Luego, cuando el viandante parte nuevamente, la protección divina se prolonga y lo acompaña en su viaje: «Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término» (v. 6).     

 La bondad y la fidelidad de Dios son la escolta que acompaña al salmista que sale de la tienda y se pone nuevamente en camino. Pero es un camino que adquiere un nuevo sentido, y se convierte en peregrinación hacia el templo del Señor, el lugar santo donde el orante quiere «habitar» para siempre y al cual quiere «regresar». El verbo hebreo utilizado aquí tiene el sentido de «volver», pero, con una pequeña modificación vocálica, se puede entender como «habitar», y así lo recogen las antiguas versiones y la mayor parte de las traducciones modernas. Se pueden mantener los dos sentidos: volver al templo y habitar en él es el deseo de todo israelita, y habitar cerca de Dios, en su cercanía y bondad, es el anhelo y la nostalgia de todo creyente: poder habitar realmente donde está Dios, cerca de Dios. 

     El seguimiento del Pastor conduce a su casa, es la meta de todo camino, oasis deseado en el desierto, tienda de refugio al huir de los enemigos, lugar de paz donde se experimenta la bondad y el amor fiel de Dios, día tras día, en la alegría serena de un tiempo sin fin.

Las imágenes de este Salmo, con su riqueza y profundidad, acompañaron toda la historia y la experiencia religiosa del pueblo de Israel, y acompañan a los cristianos. La figura del pastor, en especial, evoca el tiempo originario del Éxodo, el largo camino en el desierto, como un rebaño bajo la guía del Pastor divino (cf. Is 63, 11-14; Sal 77, 20-21; 78, 52-54). Y en la Tierra Prometida era el rey quien tenía la tarea de apacentar el rebaño del Señor, como David, pastor elegido por Dios y figura del Mesías (cf. 2 Sam 5, 1-2; 7, 8; Sal 78, 70-72). Luego, después del exilio de Babilonia, casi en un nuevo Éxodo (cf. Is 40, 3-5.9-11; 43, 16-21), Israel es conducido a la patria como oveja perdida y reencontrada, reconducida por Dios a verdes praderas y lugares de reposo (cf. Ez 34, 11-16.23-31). Pero es en el Señor Jesús en quien toda la fuerza evocadora de nuestro Salmo alcanza su plenitud, encuentra su significado pleno: Jesús es el «Buen Pastor» que va en busca de la oveja perdida, que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas (cf. Mt 18, 12-14; Lc 15, 4-7; Jn 10, 2-4.11-18), él es el camino, el justo camino que nos conduce a la vida (cf. Jn 14, 6), la luz que ilumina el valle oscuro y vence todos nuestros miedos (cf. Jn 1, 9; 8, 12; 9, 5; 12, 46). Él es el huésped generoso que nos acoge y nos pone a salvo de los enemigos preparándonos la mesa de su cuerpo y de su sangre (cf. Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 19-20) y la mesa definitiva del banquete mesiánico en el cielo (cf. Lc 14, 15 ss; Ap 3, 20; 19, 9). Él es el Pastor regio, rey en la mansedumbre y en el perdón, entronizado sobre el madero glorioso de la cruz (cf. Jn 3, 13-15; 12, 32; 17, 4-5).

Queridos hermanos y hermanas, el Salmo 23 nos invita a renovar nuestra confianza en Dios, abandonándonos totalmente en sus manos. Por lo tanto, pidamos con fe que el Señor nos conceda, incluso en los caminos difíciles de nuestro tiempo, caminar siempre por sus senderos como rebaño dócil y obediente, nos acoja en su casa, a su mesa, y nos conduzca hacia «fuentes tranquilas», para que, en la acogida del don de su Espíritu, podamos beber en sus manantiales, fuentes de aquella agua viva «que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 14; cf. 7, 37-39). Gracias.




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