VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).
SAN FRANCISCO DE ASÍS INICIÓ EL PRIMER BELÉN NAVIDEÑO.
La historia del pesebre tiene como protagonista a San Francisco de Asís.
En el año 1223 y en Greccio, un pueblo cerca de Rieti, San Francisco, probablemente procedente de Roma, donde el Papa había confirmado la regla franciscana, se detuvo en el pueblo, donde vivía Giovanni Velita, amigo y seguidor del santo.
Cuando vio las cuevas cercanas a Greccio, le vino a la mente una imagen: Belén, que había visto en su viaje a Tierra Santa. En particular, las cuevas donde nació Jesús.
Probablemente impactado por las escenas de los mosaicos que representan la Natividad en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, San Francisco sintió un fuerte deseo de «celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno» (Tomás de Celano, Vida Primera, 84: Fuentes Franciscanas (FF), nº 468).
Quince días antes de Navidad expresó este deseo y pidió ayuda a Messer Giovanni Velita para montar el primer belén de la historia.
La ambientación y la realización fueron sencillas: en una cueva, un pesebre, un buey y un asno fueron conducidos al lugar.
El 25 de diciembre, frailes, hombres y mujeres de la zona se dieron cita en torno a este escenario llevando flores y antorchas.
La historia del belén comenzó con un belén viviente, formado por fieles de carne y hueso que celebraban juntos la pobreza de Dios hecho Hombre. En este praesepium, que significa pesebre, la Eucaristía fue celebrada por un sacerdote presente.
La tradición nos regala un milagro. De hecho, se dice que en el nacimiento del belén de Greccio se apareció realmente el Niño Jesús y el momento vivido por la gente reunida se convirtió en motivo de gran alegría.
La gente volvía a casa desde ese lugar profundamente conmovida.
Desde entonces, los habitantes de Greccio acostumbraron a montar el “Belén de San Francisco» cada año en Navidad, con la esperanza firme de revivir tal milagro.
La representación tuvo tanto éxito, que pronto se exportó a otros lugares gracias a los seguidores de la orden franciscana y de las clarisas, las religiosas más comprometidas con la doctrina de San Francisco de Asís.
La costumbre, que se extendió por Europa, aunque se comenzó a sustituir los personajes de carne y hueso por figuras. Ya en los siglos XIV y XV, las iglesias se decoraban con Belenes durante las celebraciones navideñas. Sin embargo, la que se considera la primera forma moderna de Belén se debe a san Cayetano de Thiene, que en 1534 ideó un pesebre con figuras de madera articuladas pintadas que iban cubiertas con ropajes de la época.
Aunque en el resto de Europa, sobre todo en Italia, la tradición se extendió entre las Iglesias y los conventos, en España no llegó hasta siglos más tarde. Con figuras labradas hacia 1480, el llamado ‘Belén de Jesús’ de Palma de Mallorca documentado en el siglo XVI, es el más antiguo de nuestro país. Sus autores son los Alamanno, familia que realizó varios de los primeros belenes en Nápoles, perteneciente por entonces a la Corona de Aragón.
Pero cuando verdaderamente el Nacimiento cobró protagonismo en España fue con la llegada de Carlos III al trono. Decidió continuar la costumbre, adquirida en Italia, de instalar durante la Navidad un Belén en palacio y le hizo el encargo a José Esteve Bonet, un escultor valenciano que tomó como punto de partida las figuras napolitanas hasta completar el ‘Belén del Príncipe’, obra que posteriormente continuó José Ginés.
Carlos III y su esposa María Amalia impusieron la moda entre los nobles y luego en el pueblo, hasta convertirlo en una tradición popular.
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