Vistas de página en total

Elige tu idioma

revolvermaps

Buscar este blog

SEDUCIDOS POR EL CAMINO

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

SUSCRÍBETE A MI CANAL DE YOUTUBE

SUSCRÍBETE A MI CANAL DE YOUTUBE
Puede interesarte

miércoles, 21 de agosto de 2024

SAN AGUSTIN DE HIPONA HABLA DE SU MADRE SANTA MÓNICA EN EL LIBRO DE LAS CONFESIONES.







SAN AGUSTIN DE HIPONA HABLA DE SU MADRE SANTA MÓNICA EN EL LIBRO DE LAS CONFESIONES.



 







INTRODUCCIÓN AL BLOG







    VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).

En  los orígenes del Cristianismo tenemos una experiencia muy precisa, la experiencia de unos hombres y mujeres, tocados y atraídos por Jesús de Nazaret, el Cristo, cuyas vidas  se convirtieron en magníficas y distintas desde ese momento, alcanzando cotas de perfección y santidad increíbles a pesar de su debilidad.


            En medio de sus afanes escucharon un na voz que les gritaba: "¡Ven y sígueme!" Una voz que se sigue oyendo en la dinámica del mundo y en la existencia de cada hombre y mujer, deseoso de encontrar un sentido global y permanente a su historia.

            ¡Si, este reclamo a seguir al Nazareno se prolonga desde el principio hasta nuestros días, y continuará hasta el final del tiempo!

La señal de la presencia del Resucitado son los santos. Los santos palpan de vez en cuando la perfección suprema de Dios y nos recuerdan a los humanos que el mal puede ser vencido solamente con sacrificio, constancia y confianza.


  CONOCE PALABRAS AL VIENTO EN BUBOK

SEDUCIDOS POR EL CAMINO


SAN AGUSTIN DE HIPONA HABLA DE SU MADRE SANTA MÓNICA EN EL LIBRO DE LAS CONFESIONES.




CAPÍTULO XI: LLANTO Y SUEÑO DE SANTA MÓNICA ACERCA DE LA CONVERSION DE SU HIJO AGUSTÍN.
       

319 Vos, Señor, usando conmigo de vuestra paternal benignidad, desde lo alto del cielo extendisteis vuestra mano poderosa y sacasteis a mi alma de una profundidad tan oscura y tenebrosa como ésta, habiendo mi madre, vuestra sierva fiel, derramado delante de Vos más lágrimas por mí que las otras madres por la muerte corporal de sus hijos. Porque con la fe y espíritu que Vos le habíais dado, veía ella la muerte de mi alma. Mas Vos, Señor, os dignasteis oír sus oraciones; Vos os dignasteis oírla y no despreciasteis sus lágrimas, que copiosamente corrían de sus ojos, hasta regar con ellas la tierra en todos los sitios en que se ponía a hacer oración por mí en presencia de vuestra divina Majestad, que se digno oírla y atender a su llanto y oración. Porque, ¿de dónde sino de Vos le había de venir aquel sueño que tuvo, con el cual la consolasteis tanto que me permitió vivir  en su compañía, comer a su mesa y habitar en su casa, lo que antes no había querido consentir por lo mucho que ella aborrecía y detestaba los errores y blasfemias de mí secta? Un día, pues, estando dormida, sonó que estaba puesta de pie sobre una regla de madera, y que se le acerco un joven gallardo y resplandeciente con rostro alegre y risueño, estando ella muy afligida y traspasada de pena, el cual le pregunto la causa de su aflicción y tristeza, y de tantas lágrimas como derramaba todos los días, no para saberlo de su boca, sino para tomar de aquí ocasión de instruirla y enseñarla, como suele suceder en tales sueños. Ella le respondió que era mí perdición lo que la hacía llorar, y él le mando entonces y le amonesto (para que viviese más segura en este punto) que reflexionase con atención y viese que donde ella estaba, allí mismo estaba yo también. Luego que oyó esto miró con atención y me vio estar junto a sí en la misma regla. ¿De dónde le vino este consuelo sino de aquella suma bondad con que atendíais a los gemidos de su corazón? ¡Oh!, ¡cuán bueno sois, Dios y Señor mío todopoderoso, que de tal suerte cuidáis de cada uno de nosotros, como si fuera el único de quien cuidáis, y de tal modo cuidáis de todos como de cada uno de por sí!





CAPÍTULO XII: LO QUE UN SANTO OBISPO RESPONDIÓ A SANTA MÓNICA DE LA CONVERSIÓN DE SU HIJO.

321 También en este tiempo intermedio le disteis otra respuesta y misterioso aviso, semejante al pasado y para el mismo intento, de lo cual quiero hacer aquí conmemoración, no obstante que omito otras muchas cosas, ya porque no puedo acordarme de todas ellas, ya por llegar más presto a confesaros las que son más urgentes y precisas. Por boca, pues, de un ministro vuestro, que era sacerdote y obispo, educado y criado en vuestra Iglesia, y muy práctico y versado en vuestras Santas Escrituras, le disteis otra respuesta y aviso misterioso. Porque habiéndole mi madre suplicado que tuviese a bien el hablarme e impugnar mis errores hasta desengañarme de mis falsos dogmas y perversa doctrina, y enseñarme la buena y verdadera (suplica que hacia también a todos los hombres sabios que encontraba, y le parecían a propósito para este efecto), lo rehusó aquel obispo, en lo que se porto prudentemente, respondiendo a mi madre, según supe después, que estaba yo todavía incapaz de admitir otra doctrina, porque estaba muy embelesado en la novedad de aquella herejía maniquea y envanecido de haber dado en qué entender a muchos ignorantes con varias cuestiones y sofismas que les proponía, como ella misma le había contado. Pero también le dijo: Dejadle por ahora en su error, y no hagáis mas diligencia que rogar a Dios por él, que él mismo, continuando en estudiar y leer, llegara a conocer cuan enorme es el error e impiedad de la secta maniquea. También le refirió él mismo como siendo él niño le habían entregado a los maniqueos por voluntad de su madre, a quien antes habían engañado y que no solamente había él leído casi todos sus libros, sino que también los había copiado de su puno, y que él por sí mismo y sin que ninguno le arguyese ni impugnase, había conocido cuan abominable y digna de dejarse era aquella secta, y como tal la había abandonado. Pero habiendo acabado de decirle todo esto, como mi madre no se aquietase, sino que antes bien le instase mas y mas, importunándole con ruegos y lágrimas para que se viese y disputase conmigo, él entonces, como cansado ya de su importunación, le dijo: Déjame, mujer, así Dios te dé vida, que es imposible que un hijo de tantas lágrimas perezca. Palabras que mi madre recibió como si hubieran sonado desde el cielo, según ella me lo repitió muchas veces en nuestras familiares conversaciones.




     
Seguro que esta lista de reproducción te ayudará a conocer más y mejor a Jesús de Nazaret, el Cristo.









Firmes en la fe en Cristo resucitado


  CONOCE MIS LIBROS EN BUBOK



Canal de Francisco Baena Calvo.


Me gustaría que te suscribieras a mi canal: 

Conoce mi página web: www.marinaveracruz.net

conóceme un poco más