VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).
CUIDADO DE LA HERMANA Y MADRE TIERRA
1. Entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra. La hermana y madre tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella.
2. Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios. Los cristianos descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe.
3. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás.
4. La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir el calentamiento del sistema climático.
5. Que cada gobierno cumpla con su propio e indelegable deber de preservar el ambiente y los recursos naturales de su país, sin venderse a intereses espurios locales o internacionales.
6. Algunos cristianos suelen burlarse de las preocupaciones por el medio ambiente. Otros son pasivos, no se deciden a cambiar sus hábitos y se vuelven incoherentes.
7. Hace falta una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea.
8. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa; no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana. La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad.
LA FAMILIA
1. La familia atraviesa una crisis cultural profunda.
2. Vale la pena la vida en familia. Una sociedad crece fuerte, crece buena, crece hermosa y verdadera, si se edifica sobre la base de la familia.
3. Lo más lindo que hizo Dios, fue la familia. Todo el amor que Dios tiene en sí, toda la belleza que Dios tiene en sí, toda la verdad que Dios tiene en sí, la entrega a la familia. Y una familia es realmente familia cuando es capaz de abrir los brazos y recibir todo ese amor. ¡A su Hijo lo mandó a una familia! Dios entró al mundo en una familia.
4. En la familia hay dificultades, pero esas dificultades se superan con amor. El odio no supera ninguna dificultad. La división de los corazones no supera ninguna dificultad, solamente el amor es capaz de superar la dificultad. La familia es bella, pero cuesta. Que Dios los bendiga, que Dios les dé fuerzas, que Dios los anime a seguir adelante. Cuidemos la familia, defendemos la familia, porque ahí, ahí se juega nuestro futuro.
5. Es en la familia unida donde los hijos maduran su existencia, viviendo el amor gratuito, la ternura, el respeto recíproco, la mutua comprensión, el perdón y la alegría.
6. Que toda familia cristiana sea un lugar privilegiado en el que se experimenta la alegría del perdón. El perdón es la esencia del amor, que debe comprender el error y poner remedio. ¡Es tan feo vivir en el rencor!
JOVENES
1. Joven: Da testimonio de que Jesús está vivo. Pregúntale lo que quiere de ti y sé valiente. ¡Pregúntale! Si sabes decir "sí" a Jesús, entonces tu vida joven se llenará de significado y será fecunda.
2. Jóvenes: Hagan lío, pero también ayuden a arreglar y a organizar el lío que hacen.
3. Jóvenes: Apuesten por grandes ideales. Hay que ser valientes para ir contra corriente y Él nos da esta fuerza. Es necesario detenerse a dialogar con Él, darle espacio con la oración.
4. Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: «Vayan y hagan discípulos»; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible. También los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados.
5. No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. Empujemos a los jóvenes para que salgan. Pensemos con decisión en la pastoral desde la periferia. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean callejeros de la fe, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!
6. Jóvenes: No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor. La Iglesia necesita de ustedes, del entusiasmo, la creatividad y la alegría que les caracteriza.
7. No queremos jóvenes debiluchos, jóvenes que están ahí no más, ni sí ni no. No queremos jóvenes que se cansen rápido y que vivan cansados, con cara de aburridos. Queremos jóvenes fuertes, jóvenes con esperanza y con fortaleza. ¿Por qué? Porque conocen a Jesús, porque conocen a Dios. Porque tienen un corazón libre.
¡NO NOS DEJEMOS ROBAR LA ESPERANZA!
1. El olvido y la negación de Dios, que llevan al hombre a no reconocer alguna norma por encima de sí y a tomar solamente a sí mismo como norma, han producido crueldad y violencia sin medida.
2. Las guerras y los atentados terroristas, con sus trágicas consecuencias, los secuestros de personas, las persecuciones por motivos étnicos o religiosos, las prevaricaciones, han marcado de hecho el año pasado, multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de la que podría llamar una tercera guerra mundial en fases. Pero renuevo la exhortación a no perder la esperanza en la capacidad del hombre de superar el mal, con la gracia de Dios, y a no caer en la resignación y en la indiferencia.
3. No perdamos la esperanza de que 2016 nos encuentre a todos firme y confiadamente comprometidos en realizar la justicia y trabajar por la paz en los diversos ámbitos. La paz es don de Dios, pero confiado a todos los hombres y a todas las mujeres, llamados a llevarlo a la práctica.
MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE
1. La misericordia es la viga maestra
que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar
revestido por la ternura. Dondequiera haya cristianos, cualquiera debería poder
encontrar un oasis de misericordia.
2. La Iglesia será llamada a curar las
heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la
misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención.
3. Con el Jubileo de la Misericordia,
deseo invitar a la Iglesia a rezar y trabajar para que todo cristiano pueda
desarrollar un corazón humilde y compasivo, capaz de anunciar y testimoniar la
misericordia, de perdonar y de dar, de abrirse a cuantos viven en las más
contradictorias periferias existenciales, sin caer en la indiferencia que
humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la
novedad, en el cinismo que destruye.
4. Casi sin darnos cuenta, nos hemos
convertido en incapaces de sentir compasión por los otros, por sus dramas; no
nos interesa preocuparnos de ellos, como si aquello que les acontece fuera una
responsabilidad que nos es ajena, que no nos compete. Cuando estamos bien y nos
sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace
jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias
que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy
relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien.
5. Abramos nuestros ojos para mirar las
miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la
dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio.
6. Una Iglesia con las puertas cerradas
se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente, se convierte en
barrera. La Iglesia no es una aduana. Es la casa paterna, donde hay lugar para
cada uno. La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no es la dueña.
7. Una Iglesia inhospitalaria mortifica
el Evangelio y aridece el mundo. ¡Nada de puertas blindadas en la Iglesia,
nada! ¡Todo abierto!
8. La indiferencia ante el prójimo
asume diferentes formas. Hay quien está bien informado, escucha la radio, lee
los periódicos o ve programas de televisión, pero lo hace de manera frívola,
casi por mera costumbre: estas personas conocen vagamente los dramas que
afligen a la humanidad pero no se sienten comprometidas, no viven la compasión.
Esta es la actitud de quien sabe, pero tiene la mirada, la mente y la acción
dirigida hacia sí mismo.
9. La Iglesia tiene que ser el lugar de
la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado,
perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.
10. La Iglesia debe llegar a todos, sin
excepciones. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir
a nadie.
11. Me gustaría decir a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia: ¡El Señor te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor!
UNIDAD Y PLURALIDAD
1. ¡No a la guerra entre nosotros! ¡Sí
a las relaciones nuevas que genera Jesucristo! ¡No nos dejemos robar el ideal
del amor fraterno! ¡No nos dejemos robar la comunidad!
2. Descubrir a Jesús en el rostro de
los demás, en su voz, en sus reclamos.
3. Vivir juntos, mezclarnos,
encontrarnos, tomarnos de los brazos, apoyarnos, participar de una verdadera
experiencia de fraternidad.
4. Es imperiosa la necesidad de
evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio. El cristianismo no tiene
un único modo cultural. Una sola cultura no agota el misterio de la redención
de Cristo.
5. La visión consumista del ser humano,
alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a
homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un
tesoro de la humanidad.
6. La diversidad cultural no amenaza la
unidad. La unidad nunca es uniformidad, sino multiforme armonía. Sólo el
Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y,
al mismo tiempo, realizar la unidad.
7. La uniformidad no es católica, no es
cristiana. La unidad católica es diversa, pero es una. La unidad no es
uniformidad. Hay que construir puentes, en vez de levantar muros.
8. La unidad es saber escuchar, aceptar
las diferencias, tener la libertad de pensar diversamente y manifestarlo con
todo respeto hacia el otro, que es mi hermano. No tengan miedo de las
diferencias.
9. Que el diálogo entre nosotros ayude
a construir puentes entre todos los hombres, de modo que cada uno pueda
encontrar en el otro no un enemigo, no un contendiente, sino un hermano para
acogerlo y abrazarlo. Dejar el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son
condiciones necesarias para vivir felices.
10. Dios bendiga a quienes trabajan por
el diálogo y la unidad de los cristianos.
11. Las religiones tienen el derecho y
el deber de dejar claro que es posible construir una sociedad en la que un sano
pluralismo que respete a los diferentes y los valore como tales, es un aliado
valioso en el empeño por la defensa de la dignidad humana y un camino de paz
para nuestro mundo tan herido por las guerras.
RENOVACION ECLESIAL
1. Hoy la Iglesia quiere vivir una
profunda renovación misionera.
2. Las Sagradas Escrituras son fuente
de la evangelización. Es indispensable que la Palabra de Dios sea cada vez más
el corazón de toda actividad eclesial.
3. Cada uno de los bautizados,
cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe,
es un agente evangelizador.
4. ¡Quiero que la Iglesia salga a la
calle! ¡Quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea
instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea
estar encerrados en nosotros mismos. Las parroquias, los colegios, las
instituciones, ¡son para salir! Si no salen, se convierten en una ONG, y la
Iglesia no puede ser una ONG.
5. Prefiero una Iglesia accidentada,
herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el
encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una
Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de
obsesiones y procedimientos.
6. Todos somos invitados a aceptar este
llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las
periferias que necesitan la luz del Evangelio.
7. Me gusta ser Papa con estilo de
párroco, en el servicio: cuando visito a los enfermos, cuando hablo con las
personas que están un poco desesperadas, tristes. Me gusta mucho ir a la
cárcel. Si un Papa no se comporta como párroco, no es pastor.
8. ¡No nos dejemos robar el entusiasmo
misionero! ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!
9. ¡No nos dejemos robar el Evangelio!
¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!
UNA IGLESIA POBRE, CON Y PARA LOS
POBRES
1. Todas las personas, verdaderamente
todas, son importantes a los ojos de Dios. El rico y el pobre tienen igual
dignidad, porque a los dos los hizo el Señor.
2. El Papa ama a todos, ricos y pobres,
pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben
ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Existe un vínculo inseparable
entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.
3. De nuestra fe en Cristo hecho pobre,
y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el
desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad.
4. El corazón de Dios tiene un sitio
preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo se hizo pobre. La
pobreza está en el centro del Evangelio. ¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y
para los pobres!
5. Hoy y siempre, los pobres son los
destinatarios privilegiados del Evangelio. Para la Iglesia, la opción por los
pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o
filosófica.
6. Estamos llamados a descubrir a
Cristo en los pobres, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a
ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa
sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.
7. Sin la opción preferencial por los
más pobres, el anuncio del Evangelio corre el riesgo de ser incomprendido. Es
necesario que todos nos dejemos evangelizar por los pobres.
8. Nadie puede sentirse exceptuado de
la preocupación por los pobres y por la justicia social. ¡Ruego al Señor que
nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo,
la vida de los pobres!
9. Estamos llamados a reconocer a
Cristo sufriente en los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los
pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, los
migrantes.
10. Hay un signo que no debe faltar
jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y
desecha. Jesús nos advierte: el amor a los demás —extranjeros, enfermos,
encarcelados, los que no tienen hogar, incluso los enemigos— es la medida con
la que Dios juzgará nuestras acciones. De esto depende nuestro destino eterno.
11. Tenemos que aprender a estar con los
pobres. No nos llenemos la boca con hermosas palabras sobre los pobres.
Acerquémonos a ellos, mirémosles a los ojos, escuchémosles. Los pobres son para
nosotros una ocasión concreta de encontrar al mismo Cristo, de tocar su carne
que sufre.
12. Ayudar a los pobres con dinero debe
ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo
debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo. La peor
discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual.
13. Doblemente pobres son las mujeres
que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia.
14. La Iglesia reconoce el indispensable
aporte de la mujer. Es necesario ampliar los espacios para una presencia
femenina más incisiva en la Iglesia y en las estructuras sociales.
15. Entre los débiles, que la Iglesia
quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer.