VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).
A través de la lectura de los Evangelios Sinópticos y
de San Juan, contemplamos que la muerte atroz de Jesús no puede desligarse de
su vida y de su predicación. Su pasión es el culmen de una existencia, marcada
por la total entrega a hacer presente el Reino de Dios.
Teniendo en cuenta sus tomas de posición, el final, en cierto modo, fue lógico. No buscó la muerte, pero ésta le vino impuesta desde fuera y él la aceptó, no resignadamente, sino como expresión de la libertad y la fidelidad a la causa de Dios y de los hombres. Abandonado, rechazado y amenazado, no se doblegó para sobrevivir, sino que siguió fiel a su misión.
Su muerte violenta fue una
consecuencia de su obrar, de su pretendida autoridad que había caracterizado su
vivir, su relativización de la Ley y del Templo, su “descarada libertad”,
su nueva imagen de Dios a quien anunció como compasión y perdón, ternura y,
sobre todo, como un Padre lleno de misericordia; su cercanía con los pecadores y
excluidos, su exigencia de conversión, su crítica profética contra los
dueños del poder socio-religioso-político... Su vida provocó el conflicto y la
oposición de las autoridades judías y romanas. En definitiva, “su tiempo le
pasó la factura” (Hans Küng).
No buscó la muerte pero pudo preveer su muerte
meditando la muerte de los profetas, de Juan Bautista y la radicalidad de su
mensaje.
Hay que afirmar que la
predicación de Jesús no se puede entender al margen de su forma de actuar, como
tampoco se puede entender su actuación sin tener en cuenta su predicación.
En los Evangelios se han
conservado algunas acusaciones que hablan de su comportamiento: comer con los
pecadores, expulsar demonios, no guardar el ayuno, no observar la ley.
Las comidas de Jesús ocupa un
lugar considerable e la tradición evangélica. Comer con otras personas fue para
Jesús una forma privilegiada de dar a conocer el proyecto de Dios.
Las comidas de Jesús tenían un enorme significado y escandizaba en su tiempo. Declaraba a todos los alimentos puros.
Al admitir a la mesa a los
publicanos y a otros pecadores públicos, Jesús ponía en práctica una estrategia
de reintegración social porque los pecadores, los enfermos y los endemoniados
habían sido marginador por la sociedad en la que vivían.
Las comidas de Jesús tenían que
ver con la llegada del Reino de Dios. Esta relación aparece en sus parábolas y
en su predicación. Ya los profetas habían relacionado las comidas con el
cumplimiento de las promesas de Dios (Is 2). Jesús
señala que el reino es como un gran banquete en el que los puestos de honor se
organizan de otra manera; un banquete al que hay que invitar sobre todo a los
ciegos, cojos, lisiados, indigentes… (Lc 14).
Uno de los rasgos que más
caracteriza la vida, las palabras y las acciones de Jesús es su “descarada
libertad”.
Los evangelios señalan que era hábil y
tiene un dominio en toda clase de situaciones: Es hábil
en las discusiones con sus enemigos: (Jn 8,7)
(Jn 9,40-41); sabe desenvolverse en
medio de las multitudes; es libre y soberano ante las autoridades de todo tipo:
(Lc 6,2-5) (Mc 3,1-6),
Se mantiene firme frente a sus amigos y
enemigos: cuando lo acusan de endemoniado y de samaritano (Jn 8, 48), y en la
respuesta durísima a Pedro (Mt 16,23).
También se mantiene firme en las
tentaciones: “Apártate de mí, Satanás” (Mt 4,10). Además, no soporta que se
profane el templo (Jn 3,14).
Se siente libre ante las riquezas,
reconociendo que pueden ser un riesgo, que impiden crecer como personas y
trabajar por el Reino de Dios (Mt 5,3; 6,19-21; 19,23ss; Lc 12,29ss).
Tiene libertad ante las autoridades. Ante
Herodes, que tenía curiosidad de conocerle, Jesús mantiene una actitud digna
(Lc 23,8). Y en otra ocasión le llama zorro (Lc 13,32).
Ante las
autoridades religiosas se muestra libre y les echa en cara su hipocresía (Mt
23,23-32)
Sus propios
enemigos le reconocerán veraz y carente de servilismos (LC 20,20-22).
Tiene libertad ante las leyes religiosas de
su tiempo, que cumple, pero superándolas y poniendo por encima de ellas el
amor. Ante el precepto del sábado, el más sagrado para los judíos (Mc 2,23;
3,1); Ante el ayuno (Mc 2,18); Ante el templo (Jn 4, 20-24)
Posee una libertad interior profunda, que le
llevará a superar el temor a la muerte y va libremente a ella (Jn 10,18).
Jesús posee una conciencia clara y creciente de que tiene una misión por realizar, y su decisión de llevarla hasta el final. Su misión es clara: Ha venido a anunciar y a poner en marcha el Reino de Dios (Mc 1,15; Mt 6,3; 8,12; 25,34). Toda su vida ha sido una firme decisión de vivir y hacer vivir el Reino de Dios, por el cual nos manda sacrificar todo, como él mismo lo ha hecho.
En
definitiva la muerte de Jesús es una consecuencia de su vida de entrega, de
amor y de lucha contra el mal. Varias veces intentan eliminarlo (Mc 11,18; Jn
7,44), le espían para tener de qué acusarle (Mt 22,15), le acusan de blasfemo
(Mt 14,64), de agitador político (Mc 15,2-4), de agitador religioso (Mt
26,60ss).
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