EL MISTERIO PASCUAL
INTRODUCCIÓN AL BLOG
VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).
EL MISTERIO PASCUAL
“El Misterio Pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los
apóstoles, y la Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar al mundo.
El designio salvador de Dios se ha cumplido de “una vez por todas” (Hb 9,26)
por la muerte redentora de su Hijo Jesucristo” (Nº 571 DEL CATECISMO).
Habrá que afirma dos planteamientos básicos:
1.-La
pasión de Jesús de Nazaret es contemplada a la luz de la Resurrección.
2.-La Pasión es leída/interpretada a la luz
del Antiguo Testamento, por esta razón, la narración de la Pasión se
encuentran intercaladas múltiples alusiones a textos del AT.
Dos de
ellas de especial importancia, porque iluminan teológicamente todo el arco del
acontecimiento de la Pasión: Salmo 22 e Isaías 53.
El
sentido de la meditación de la Pasión y muerte de Jesús tiene un valor SOTERIOLÓGICO: "Murió por
nosotros y por nuestros pecados". Y, en el lenguaje neotestamentario la
muerte de Cristo se con contempla como sacrificio
expiatorio (limpia los pecados) y como acto
redentor (libera del mal).
“Este designio divino de
salvación a través de la muerte del “Siervo, el Justo” (Is 53,11; cf Hch
3,14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención
universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del
pecado (cf. Is 53,11-12; Jn 8,34-36). San Pablo profesa en una confesión de fe
que dice haber “recibido” (1 Cor 15,3) que “Cristo ha muerto por nuestros
pecados según las Escrituras” (ibib; cf también Hch 3,18; 7,52; 13,29; 26,22-23).
La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo
doliente (cf Is 53,7-8 y Hch 8,32-35). Jesús mismo presentó el sentido de
su vida y de su muerte a la luz del Siervo Doliente (cf. Mt 20,28). Después de
su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de
Emaús (cf Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (cf Lc 24,44-45)” (Nº
601 DEL CATECISMO)
Su muerte violenta fue una
consecuencia de su obrar, de su pretendida autoridad que había caracterizado su
vivir, su “descarada libertad”, su nueva imagen de Dios como Abba y defensor de
los “perdidos”, su exigencia de conversión, su crítica profética contra los
dueños del poder socio-religioso-político... Su vida provocó el conflicto y la
oposición de las autoridades judías y romanas. En definitiva, “su tiempo le
pasó la factura”
No buscó la muerte pero ésta le vino
impuesta desde fuera. La aceptó como expresión de su fidelidad a la causa de
Dios y de los hombres. Jesús preveía su muerte meditando la muerte de los
profetas, de Juan Bautista y la radicalidad de su mensaje.
Hay dos procesos de condena a Jesús:
1.-el proceso religioso
frente al Sanedrín como blasfemo, envaucador, falso mesías, falso maestro que
cuestiona las raíces de la religión judía (el templo, el sábado, las
costumbres) e incluso relativiza la ley de Moisés. Se le condena en nombre de
Dios.
2.-el proceso político
frente a Poncio Pilato como rebelde político, enemigo de Roma, incitador a la
revuelta...
Los evangelios nos presentan a Jesús al final como un pobre hombre,
abandonado, despreciado por sus enemigos y amigos. Siente la ausencia y el
abandono de Dios Padre, “Abba”.
Pero ¿queda todo ahí, en la muerte de
Jesús? NO. Todas las fuentes cristianas sin distinción afirman la
resurrección de Jesús. Es más, la resurrección de Jesús es la afirmación
cardinal de la fe cristiana. En 1 Cor 15,3-5 se afirma que “si Cristo no ha
resucitado, entonces nuestra predicación no tiene contenido ni vuestra fe
tampoco”.
Hay que
afirmar que, según los escritos bíblicos, nadie fue testigo de la resurrección
sino del Resucitado.
La
resurrección no es una vuelta a su antigua forma de existencia terrestre, sino
en “cuerpo espiritual”. Jesucristo resucitado se aparece desde la gloria, desde
la presencia del Padre.
Hay una
identidad única entre el crucificado-resucitado: el resucitado es el mismo que
murió, pero se manifiesta de manera distinta.
Los Apóstoles apelarán siempre a la experiencia pascual fundante
de Jesús de Nazaret y la esencia misma de todo su predicación: Dios ha
resucitado al crucificado y nosotros somos testigos.
“Os anunciamos la Buena Nueva de que la
Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al
resucitar a Jesús” (Hch 13,32-33). La Resurrección de Jesús es la verdad
culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad
cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición,
establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte
esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:...” (Nº 638 DEL
CATECISMO).
ISAÍAS 53,1-12
¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor. Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
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