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sábado, 10 de mayo de 2025

RETIRO DE PASCUA 2025.





                   RETIRO DE PASCUA 2025.




















INTRODUCCIÓN AL BLOG

VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).



                          RETIRO DE PASCUA 2025.

                        



ORACIÓN INICIAL:

CANTO:      ILUMÍNAME, SEÑOR.

1.– Ilumíname, Señor, con tu Espíritu;  transfórmame, Señor,        con tu Espíritu. Ilumíname, Señor, con tu Espíritu. Ilumíname y transfórmame, Señor.

Y déjate sentir el fuego de tu amor aquí en mi  corazón, Señor. Y déjame sentir el fuego de tu amor aquí en mi corazón, Señor.

2.– Resucítame, Señor, con tu Espíritu:  conviérteme, Señor, con tu Espíritu.  Resucítame, Señor, con tu Espíritu. Resucítame y conviérteme, Señor.

3.– Fortaléceme, Señor, cono tu Espíritu. Consuélame, Señor, con tu Espíritu. Fortaléceme, Señor, con tu Espíritu. Fortaléceme y consuélame, Señor.

ORACIÓN DEL JUBILEO (PAPA FRANCISCO).

Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo,  nuestro          hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,            despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.                            

Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que   fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.             

La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y la paz de nuestro Redentor.  

A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén.

UNA COMUNIDAD DICE MUCHO (PATXI LOIDI)  


Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús...

Cuando habla de Jesús y no de sus reuniones...

Cuando anuncia a Jesús y no se anuncia a sí misma...

Cuando se gloría de Jesús y no de sus méritos...

Cuando se reúne en torno a Jesús y no en torno a sus   problemas...  

Cuando se extiende para Jesús y no para sí misma... 

Cuando se apoya en Jesús y no en su propia fuerza...  

Cuando vive de Jesús y no de sí misma...

Una comunidad no se tambalea por los fallos, sino por la falta de fe... No se debilita por los pecados, sino por la  ausencia de Jesùs... No se rompe por las tensiones, sino por el olvido de Jesùs... No se queda   pequeña por carencia de valores, sino porque Jesús dentro de ella es pequeño... No se ahoga por falta de aire fresco, sino por falta de aire de Jesús...                  

Una comunidad sólo se pierde cuando ha perdido a Jesús...

Una comunidad es fuerte cuando Jesús dentro de ella es fuerte.  

Una comunidad pesa cuando Jesús dentro de ella tiene su peso...    

  Una comunidad marcha unida cuando Jesús está en medio.  

Una comunidad se extiende cuando  extiende a Jesús... 

Una comunidad vive cuando vive de Jesús... 

Una comunidad convence y llena cuando es la          Comunidad de Jesús…

 

  ALGUIEN NOS AMA CON TODAS SUS FUERZAS.

Para todas las cosas negativas que nos decimos... Dios tiene una respuesta positiva.

Cuando decimos: es imposible…   Dios dice: “Todo es  posible” (Lc 18,27).  

 Cuando decimos: Estoy cansado...  Dios dice: “Yo te aliviaré” (Mt 11,26-30).

Cuando decimos: Nadie me quiere...   Dios dice: “Yo te amo” (Jn 3,16; 13,34).

Cuando decimos: No puedo continuar...   Dios dice: “Mi gracia te basta” (2 Cor 12,9)

 Cuando decimos: Estoy confuso…  Dios dice: “Yo enderezaré tus caminos” (Prov 3,5-6).

Cuando decimos: No puedo más...  Dios dice: “Lo puedes  todo” (Fil 4,13).

PALABRA DE DIOS.

Con la imagen de la viña Jesús transmite un mensaje de unión. Vinculados a Dios por el amor, los apóstoles darán fruto. Serán los amigos de Cristo y llevarán a cabo la obra que les ha confiado:     difundirán el amor entre los hombres.

LECTURA (Jn 15, 1-18) Se seleccionan algunas de las frases más impactantes para  reflexionar.

ANTÍFONA CANTADO: COMO EL PADRE ME AMÓ, YO OS HE AMADO, PERMANECER EN MI AMOR, PERMANECERD EN MI AMOR.

1.-“Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador". (15,1)

"Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta y todo el que da fruto, lo limpia para que dé mas fruto" (15,2) ANTÍFONA.

2.-"Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid; así  tampoco vosotros si no permanecéis en mí" (15,4b)

"Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada" (15,5) ANTÍFONA.

3.-”Pedid lo que queráis y lo conseguiréis" (15,7b)

"La gloria de mi Padre está en que deis fruto y seáis mis discípulos" (15,8)

"Como el Padre me amó, yo también os he amado ; permaneced en mi amor" (15,9) ANTÍFONA.

4.-”Este es mi mandamiento : que os améis los unos a los otros como yo os he  amado" (15,12)

"Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando" (15,14)

"ANTÍFONA.

ORACIÓN O (CARDENAL NEWMAN)

Oh Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya. Inunda mi  alma de tu espíritu y  vida.               Penétrame y aduéñate tan por completo de mí, que toda mi vida sea una irradiación de la      tuya. Ilumina por mi medio y de tal   manera toma posesión de mí, que cada alma con la que yo entre en contacto  pueda sentir tu  presencia en mi alma. 

Que al verme no me vea a mí, sino a Ti en mí Permanece en mí. Así resplandeceré con tu mismo resplandor, y que mi resplandor sirva de luz para los demás. Mi luz toda de Ti vendrá, Jesús: ni el más leve rayo será mío. Será Tú el que   iluminarás a otros por mi medio. 

  Sugiéreme la alabanza que más te agrada, iluminando a otros a mi alrededor. Que no te pregono con palabras sino con mi ejemplo, con el influjo de lo que yo lleve a cabo, con el destello visible del amor, que mi corazón saca de Ti ¡Amén!”

 

1.-PLÁTICA:

           




INTRODUCCIÓN:

         La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición,    establecida en los documentos del Nuevo Testamento.  

     Hay unanimidad de todos los escritos del NT: Dios ha resucitado al crucificado y nosotros somos testigos. Hay que afirmar s que el interés de Jesús de Nazaret, su mensaje, sus hechos y palabras, sus   encuentros liberadores con la gente de su tiempo,... en el Nuevo Testamento, especialmente en los evangelios, se hacen y parten desde la resurrección: todo interesa ¨a la luz de la Resurrección".  Y los Apóstoles, testigos del Resucitado, apelan siempre a la experiencia pascual de Jesús de Nazaret. 

     Todas las fuentes cristianas sin distinción afirman la resurrección de Jesús. Es más, la resurrección de Jesús es la afirmación cardinal de la fe cristiana. 

Los Apóstoles apelarán siempre a la experiencia pascual fundante de Jesús de Nazaret y la esencia misma de toda su predicación: Dios ha resucitado al crucificado y              nosotros somos testigos.

     Todos los escritos del Nuevo Testamento proclaman sin ambigüedad que el crucificado vive y se ha manifestado vivo a los Apóstoles.

    Ciertamente ninguno de los evangelios describe la Resurrección de Jesús. Afirman que el Crucificado se les ha manifestado vivo.  

    Este mensaje esencial de la Resurrección del crucificado se expresa de tres maneras en el Nuevo Testamento: en discursos kerigmáticos, en himnos y credos y en narraciones/relatos. Y las tres maneras tienen una misma finalidad: suscitar la fe en Jesús, el Cristo, o fortalecerla en la comunidad cristiana.   

   Hay una identidad única entre el crucificado-resucitado: el resucitado es el mismo que murió, pero se manifiesta de manera distinta. Ahora bien, “este acontecimiento es afirmado, a los ojos del Nuevo Testamento, no solamente como una transformación en los mismos Apóstoles y una experiencia subjetiva en los seguidores del Maestro, sino algo que ocurrió realmente en el mismo Jesús.

      Todos los escritos que hablan de las apariciones subrayan una transformación en el mismo Jesús. Al principio, ninguno de los Apóstoles reconocen al “Resucitado” y él se les impone a pesar de sus resistencias, recelos, dudas y sospechas.  

    La auténtica fe cristiana se debe fundamentar en la experiencia pascual de Jesús de Nazaret, vivida y testimoniada por unos testigos válidos, que puedan dar soporte estructural a una continuidad legítima entre nosotros y el mismo Jesús.   

   Verdaderamente los evangelios no describen el acontecimiento mismo y subrayan la transformación interna y externa de los mismos discípulos. Aquellos hombres, que la muerte de Jesús los deja sumidos en la desesperación y la tristeza, empiezan a anunciar con gran alegría y valentía la Resurrección de Jesús, poniendo en riesgo sus propias vidas… De hecho, casi todos los apóstoles prefirieron morir antes que renunciar a esa experiencia.

    A decir verdad, a ninguno de los Apóstoles les fue fácil convencerse de este acontecimiento y el Resucitado “les complicó la vida a estos hombres”, que la mayoría murieron martirizados por mantenerse en sintonía y en presencia del Maestro, sufriendo incluso violencia y persecución. Y en medio de las dificultades siempre apelaron a la experiencia pascual fundante de Jesús de Nazaret.


 

LA LECTIO DIVINA: Cómo orar con la Palabra de Dios.

      La lectura orante de la Palabra, más que una reflexión, es una experiencia de encuentro personal e íntimo con Dios, que te ama y sale a tu encuentro.

    Estos pasos te van llevando al mismo interior de la Palabra.


1. INVOCA AL ESPÍRITU SANTO: 

Pídele que te ilumine y te abra a la comprensión de la           Palabra y que te anime a la respuesta con tu vida.


2. LEE LA PALABRA DE DIOS: 

Lee muy despacio el texto bíblico. Vuelve a leerlo.                 Lee también algún comentario que te ayude a conocer mejor el sentido del texto. 

Dale       tiempo al Señor y escucha el mensaje que Él quiere darte en esta Palabra.

3. MEDITACIÓN: ¿QUÉ TE DICE DIOS EN EL TEXTO BÍBLICO? 

Una vez que hayas captado el sentido del texto, entonces puedes hacerte esta         pregunta: qué me dice esta Palabra.

4. ORACIÓN: ¿QUÉ LE DIGO O DECIMOS A DIOS?    

Respóndele al Señor que te ha dado su mensaje en la Palabra meditada. Tu actitud sea la de la Virgen María: Hágase en mí según tu Palabra.

5. CONTEMPLACIÓN: ¿CÓMO INTERIORIZAMOS LA PALABRA DE DIOS?  

Déjate animar por el ardor de la Palabra, como quien recibe el calor del sol.

6. ACCIÓN: ¿A QUÉ NOS COMPROMETEMOS CON DIOS?  

Haciendo un compromiso que brote de este encuentro con el Señor. Es el salto a la vida. Animado e invadido por la    Palabra,  regresa a la vida con otra actitud.

 

1. INVOCA AL ESPÍRITU SANTO.





   Invocamos al Espíritu Santo. Es el mejor regalo que nos da el Resucitado.

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,

lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;

por tu bondad y gracia, dale al esfuerzo su mérito;

salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.


2.-LEEMOS LA PALABRA DE DIOS: Jn 20, 19-31.





19Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 20Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 22Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonéis los pecados, les quedan    perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan  retenidos». 24Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25Y los otros discípulos le  decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su   costado, no lo creo». 26A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a  vosotros». 27Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino   creyente». 28Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». 29Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». 30Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo   Jesús a la vista de los discípulos. 31Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que,  creyendo, tengáis vida en su nombre.

DETALLES DEL TEXTO: ¿QUÉ NOS DICE EL TEXTO?
Estudio Bíblico.




El capítulo 20 de Juan, después de darle sepultura a Jesús, nos   describe lo sucedido el primer día de la semana”.

    Al alba, muy temprano, María Magdalena que visita el sepulcro y al ver la piedra  movida, busca a Pedro y al discípulo amado a fin de     darles la noticia de que el Señor no estaba en la tumba. Mientras ellos entraron, ella “afuera” lloraba (20,11-15). Sólo después de escuchar pronunciar su nombre reconoce a Jesús resucitado, y va a   anunciarles al resto de los Discípulos lo que había sucedido (20,16-18).

Al atardecer de ese mismo día”, luego de consolar a María  Magdalena, el Señor llega al lugar donde estaban sus Discípulos. Y el evangelista nos da un detalle externo “estando cerradas las  puertas” pero como signo de otra cerrazón mucho más profunda e interna: aquella de los Discípulos encerrados en sí mismos “por el temor a los judíos”. Inmediatamente, Juan resalta, por el contrario, la fuerza del gesto realizado por   Jesús: “se puso de pie en medio de ellos”. Por un lado ellos atrincherados en una habitación cerrada y a oscuras (para no ser descubiertos por el enemigo) y, por el otro      lado, la libertad del que ya nada ni nadie puede detener.

 Con expresiones gráficas el evangelista nos narra la situación lamentable de los discípulos y la fuerza del Resucitado.         “Al atardecer” (casi noche), “con las puertas cerradas”, “llenos de miedo” reflejan la noche y la cerrazón de los Diez Apóstoles como signo de las tinieblas y de las dudas de fe que estaban atravesando.    

  Con su venida, Jesús no sólo está consolando, desatando y liberando a los  Discípulos sino que también está confirmando la veracidad de su Palabra y dando   cumplimiento a tantas promesas pronunciadas días antes.

 Llegó el momento de salir del encierro y de la   incomprensión. Por eso, una vez que constataron que se trataba del mismo que habían crucificado, el evangelista afirma: “los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn 20,20).

    Jesús ya les había anunciado el envío del Espíritu (Jn 14,26; 15,26; 16,7) y con Él, la paz   verdadera, la paz que sólo se encuentra “en Él” (Jn 16,33).

   El punto culminante del texto de este 2º Domingo de Pascua: “19Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a           vosotros». 20Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 22Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,19-23). Ahora sí, bien podríamos afirmar que todas sus promesas ya están cumplidas.

        El primer significado del término “paz” es, sin dudas, como se usa hasta el día de hoy entre los judíos, el del contenido del saludo hebreo: “Shalom Aleijem” (“Paz a vosotros”). 

    Jesús, aunque irrumpe sin previo aviso, empieza por saludarlos. Sin embargo, en un segundo nivel, el evangelista quiere darnos un mensaje mucho más significativo. 

    En el Antiguo Testamento, Shalom es un término muy rico: significa la totalidad de bienes. No solamente ausencia de guerra o de conflictos. Shalom es paz, prosperidad, equilibrio, fecundidad, armonía, serenidad, integridad de bienes… Dar “paz” es dar todo lo bueno que tiene Dios y que quiere dar a todas las personas. Ahora, llegada la plenitud de los tiempos, Dios da todo lo suyo, entrega a su propio Hijo (cfr. Gal 4,4). Por lo tanto, en este caso y tal como lo afirma Pablo: “Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14), bien podríamos interpretar: “Yo a ustedes”.

    Sin embargo, ni la paz, ni la prosperidad, ni la armonía, ni la plenitud de bienes… ni nada     sería posible si no fuera porque Jesús, en ese mismo día tan intenso y tan lleno de dones “sopló sobre ellos” y les dio su “Espíritu Santo”. Sin esta fuerza de lo alto, no se concibe nada. Soplar es comunicar la respiración que testifica la vida. Jesús está comunicando su propia vitalidad: la vitalidad del resucitado. El Espíritu se entiende, entonces, como el don que viene de Jesús Resucitado y que nos va a hacer posible el ser cristiano y toda acción misionera, no antes sin exorcizar miedos, restaurar y consolar interiormente.

      “Mientras les decía esto, les mostró sus manos y su costado”, es decir, aquellos signos que corroboraban que el Resucitado es el mismo que el Crucificado y “los   Discípulos se llenaron de alegría”.  Y fue entonces cuando Jesús les hizo un nuevo regalo: los capacitó para la  misión. “Como el me ha enviado, así también os envío yo».(Jn 20,19a).

   Ahora sí están en condiciones de “salir” del lugar donde estaban cerradas las puertas para ir a la    misión.      Este saludo unido a este soplo tan especial son una invitación, pues, a recibir el “Pentecostés” que viene a ser como una especie de trasplante de la vitalidad, del amor, de la  iniciativa de bien, de la fuerza misionera del Resucitado como asimismo de su capacidad de perdonar.  

    Sin embargo, “Tomás, el mellizo” no estaba en la comunidad y sólo recibió la noticia de la visita del Señor por mediación de “los otros discípulos” que le contaron: “¡Hemos visto al Señor!”.      

     Era el primer anuncio del Resucitado que hacían los  recientemente enviados y llenos del Espíritu. Pero quizás, también tendríamos que decir, su primera desilusión. Porque Tomás, uno de ellos, no creyó

      Lo cierto es que Tomás, como aquellas puertas del lugar en donde estaban reunidos los Diez, se cerró a la fe. Por definición, la fe es la plena certeza de las realidades que no se ven” (Heb 11,1b).             

     Creer es asentir sin evidencia. Por lo tanto, la condición que pone Tomás: “si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su  costado, no lo creeré”, es una clara opción de no querer creer como asimismo, una clara invitación a recibir el mensaje. 

     Sin embargo, “ocho días más tarde” se vuelve a repetir la situación, relatada  mucho más   sobriamente por el evangelista, pero con la única diferencia de que ahora “Tomás estaba con ellos”. Jesús vuelve a saludarlos y a comunicarles su Paz e inmediatamente llama a Tomás a     constatar  las evidencias del Resucitado: “trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.

    Jesús reprocha a Tomás: “Ahora crees, porque me has visto”. Es reprochado por haber rechazado el testimonio de los otros apóstoles.

    Para creer hay que verlo directamente, como los Discípulos, o indirectamente, como  nosotros, que nos apoyamos en el ver y en la predicación de los Discípulos. 

   La fe es un don de Dios, pero tiene también sus bases humanas, como pueden ser, por ejemplo, el estudio o el testimonio de los testigos. Este Evangelio nos enseña una lección de fe y, nos invita a no esperar signos visibles para creer.

    La evidencia de la presencia de Cristo seguro deshizo la obstinación de Tomás que respondió con un credo tan extraordinario que logró permanecer hasta nuestros días   como memorial y fórmula de fe privada, reservado para el momento de la elevación de los signos eucarísticos de la Misa: “Señor mío y Dios mío”. Estamos ante uno de los más exquisitos reconocimientos de la divinidad del               Resucitado que presentan los Evangelios.

    Ante tan impactante respuesta, Jesús no quedó callado y parece        hasta querer “redoblar la   apuesta”. Deja para quienes venimos detrás de  Tomás todo un legado que es un verdadero plan de acción,pero en forma de bienaventuranza: “Felices los que creen sin haber visto”.

   El texto nos muestra el itinerario completo de las condiciones necesarias para que la evangelización obtenga su cometido y de   frutos. Parece que no sólo basta que Jesús salude y   done su Paz –  Espíritu Santo a los futuros enviados o      evangelizadores (que sin Él permanecen  temerosos e inoperantes encerrados en un lugar oscuro).

      El texto también revela la necesidad de que sea el mismo Jesús quien irrumpa en la vida del futuro evangelizado para que el anuncio sea creído y   asumido con fe.


2.-MEDITACIÓN: ¿QUÉ ME DICE O NOS DICE DIOS EN EL TEXTO?




Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

   *¿Cuál es tu situación hoy y ahora?

La situación de los Diez Apóstoles,...temeroso y desanimados; o la situación de Tomás, alejados el resto y encerrados en la duda y el desencanto.

*¿A quién te invita hoy el Señor a perdonar?

    El contenido básico de la Buena Noticia en este texto es hoy “hemos visto al Señor”.   

   La fe comienza por “ver” las señales del Resucitado en los mismos seres humanos y en la   realidad en que vivimos. Podemos verlo, por ejemplo, en las llagas de los que   sufren. 

*¿Dónde más podemos decir hoy que “vemos al Señor” o “dónde más podemos  encontrarlo”? ¿Podemos hacer algo para “verlo” mejor?

    No es difícil imaginarse la emoción y el agradecimiento de Tomás ante semejante gesto amoroso de Jesús que terminó cumpliendo sus deseos pero, tal vez, al mismo tiempo,        también debió haberse entristecido por haber dudado de su Dios Señor.  

  ¿Cuáles se te ocurren que fueron las emociones o sentimientos de Jesús y de los otros Discípulos? ¿Con cuál de todos estos afectos te identificas en este momento de tu vida?

 

3.-ORACIÓN: ¿QUÉ LE DIGO O DECIMOS A DIOS?




     Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo  escuchar su   Palabra Salvadora.

El texto nos invita a pedir:

“Señor, aumenta mi fe”; pero también: “Señor, aumenta la fe de aquellos a quienes nos pides que vayamos a llevar la buena noticia de “haber visto al Señor”.

  Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría.  Añadimos nuestras intenciones de oración.

4.-CONTEMPLACIÓN: ¿CÓMO INTERIORIZAMOS LA PALABRA DE DIOS?




 

      Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este  versículo  del  Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón: 

«¡Hemos visto al Señor!» (Versículo 25). 

Señor, aumenta nuestra fe.

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.-ACCÍÓN: ¿A QUÉ NOS COMPROMETEMOS CON DIOS?




      Interioriza y pide con insistencia cómo fortalecer la fe recibida y cómo superar nuestras dificultades y recelos.                 Pensemos en nombres de personas  concretas que nos parezca que necesitan   fortalecer su fe.           

    Pedimos por ellas rezando un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria por sus    necesidades e intenciones.

 


 

 

 






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EL PECADO ORIGINAL SEGÚN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA.







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INTRODUCCIÓN AL BLOG





    VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).


En  los orígenes del Cristianismo tenemos una experiencia muy precisa, la experiencia de unos hombres y mujeres, tocados y atraídos por Jesús de Nazaret, el Cristo, cuyas vidas  se convirtieron en magníficas y distintas desde ese momento, alcanzando cotas de perfección y santidad increíbles a pesar de su debilidad.


            En medio de sus afanes escucharon un na voz que les gritaba: "¡Ven y sígueme!" Una voz que se sigue oyendo en la dinámica del mundo y en la existencia de cada hombre y mujer, deseoso de encontrar un sentido global y permanente a su historia.

            ¡Si, este reclamo a seguir al Nazareno se prolonga desde el principio hasta nuestros días, y continuará hasta el final del tiempo!

La señal de la presencia del Resucitado son los santos. Los santos palpan de vez en cuando la perfección suprema de Dios y nos recuerdan a los humanos que el mal puede ser vencido solamente con sacrificio, constancia y confianza.


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EL PECADO ORIGINAL SEGÚN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. 





PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO PRIMERO 
CREO EN DIOS PADRE

ARTÍCULO 1
«CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO,
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA»

Párrafo 7     LA CAÍDA

385 Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa a la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza —que aparecen como ligados a los límites propios de las criaturas—, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De dónde viene el mal? Quaerebam unde malum et non erat exitus ("Buscaba el origen del mal y no encontraba solución") dice san Agustín (Confessiones, 7,7.11), y su propia búsqueda dolorosa sólo encontrará salida en su conversión al Dios vivo. Porque "el misterio [...] de la iniquidad" (2 Ts 2,7) sólo se esclarece a la luz del "Misterio de la piedad" (1 Tm 3,16). La revelación del amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (cf. Rm 5,20). Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal fijando la mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor (cf. Lc 11,21-22; Jn 16,11; 1 Jn 3,8).

I Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia

La realidad del pecado

386 El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia.

387 La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente.

El pecado original: una verdad esencial de la fe

388 Con el desarrollo de la Revelación se va iluminando también la realidad del pecado. Aunque el Pueblo de Dios del Antiguo Testamento conoció de alguna manera la condición humana a la luz de la historia de la caída narrada en el Génesis, no podía alcanzar el significado último de esta historia que sólo se manifiesta a la luz de la muerte y de la resurrección de Jesucristo (cf. Rm 5,12-21). Es preciso conocer a Cristo como fuente de la gracia para conocer a Adán como fuente del pecado. El Espíritu-Paráclito, enviado por Cristo resucitado, es quien vino "a convencer al mundo en lo referente al pecado" (Jn 16,8) revelando al que es su Redentor.

389 La doctrina del pecado original es, por así decirlo, "el reverso" de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvación y que la salvación es ofrecida a todos gracias a Cristo. La Iglesia, que tiene el sentido de Cristo (cf. 1 Cor 2,16) sabe bien que no se puede lesionar la revelación del pecado original sin atentar contra el Misterio de Cristo.

Para leer el relato de la caída

390 El relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre (cf.GS 13,1). La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres (cf. Concilio de Trento: DS 1513; Pío XII, enc. Humani generis: ibíd, 3897; Pablo VI, discurso 11 de julio de 1966).

II La caída de los ángeles

391 Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800).

392 La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3,5). El diablo es "pecador desde el principio" (1 Jn 3,8), "padre de la mentira" (Jn 8,44).

393 Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. "No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte" (San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, 2,4: PG 94, 877C).

394 La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama "homicida desde el principio" (Jn 8,44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt 4,1-11). "El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo" (1 Jn 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.

395 Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física—en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8,28).

III El pecado original

La prueba de la libertad

396 Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Criatura espiritual, el hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, "porque el día que comieres de él, morirás sin  remedio" (Gn 2,17). "El árbol del conocimiento del bien y del mal" evoca simbólicamente el límite infranqueable que el hombre en cuanto criatura debe reconocer libremente y respetar con confianza. El hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación y a las normas morales que regulan el uso de la libertad.

El primer pecado del hombre

397 El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.

398 En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente "divinizado" por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo quiso "ser como Dios" (cf. Gn 3,5), pero "sin Dios, antes que Dios y no según Dios" (San Máximo el Confesor, Ambiguorum liber: PG 91, 1156C).

399 La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia de la santidad original (cf. Rm 3,23). Tienen miedo del Dios (cf. Gn 3,9-10) de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas (cf. Gn 3,5).

400 La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn 3,7); la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gn 3,16). La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (cf. Gn 3,17.19). A causa del hombre, la creación es sometida "a la servidumbre de la corrupción" (Rm 8,21). Por fin, la consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gn 2,17), se realizará: el hombre "volverá al polvo del que fue formado" (Gn 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cf. Rm 5,12).

401 Desde este primer pecado, una verdadera invasión de pecado inunda el mundo: el fratricidio cometido por Caín en Abel (cf. Gn 4,3-15); la corrupción universal, a raíz del pecado (cf. Gn 6,5.12; Rm 1,18-32); en la historia de Israel, el pecado se manifiesta frecuentemente, sobre todo como una infidelidad al Dios de la Alianza y como transgresión de la Ley de Moisés; e incluso tras la Redención de Cristo, entre los cristianos, el pecado se manifiesta de múltiples maneras (cf. 1 Co 1-6; Ap 2-3). La Escritura y la Tradición de la Iglesia no cesan de recordar la presencia y la universalidad del pecado en la historia del hombre:

«Lo que la Revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia. Pues el hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió además el orden debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda su ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros hombres y con todas las cosas creadas» (GS13,1).

Consecuencias del pecado de Adán para la humanidad

402 Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. San Pablo lo afirma: "Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores" (Rm 5,19): "Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron..." (Rm 5,12). A la universalidad del pecado y de la muerte, el apóstol opone la universalidad de la salvación en Cristo: "Como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo (la de Cristo) procura a todos una justificación que da la vida" (Rm 5,18).

403 Siguiendo a san Pablo, la Iglesia ha enseñado siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al mal y a la muerte no son comprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de que nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es "muerte del alma" (Concilio de Trento: DS 1512). Por esta certeza de fe, la Iglesia concede el Bautismo para la remisión de los pecados incluso a los niños que no han cometido pecado personal (cf. ibíd., DS 1514).

404 ¿Cómo el pecado de Adán vino a ser el pecado de todos sus descendientes? Todo el género humano es en Adán sicut unum corpus unius hominis ("Como el cuerpo único de un único hombre") (Santo Tomás de Aquino, Quaestiones disputatae de malo, 4,1). Por esta "unidad del género humano", todos los hombres están implicados en el pecado de Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo. Sin embargo, la transmisión del pecado original es un misterio que no podemos comprender plenamente. Pero sabemos por la Revelación que Adán había recibido la santidad y la justicia originales no para él solo sino para toda la naturaleza humana: cediendo al tentador, Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana, que transmitirán en un estado caído (cf. Concilio de Trento: DS 1511-1512). Es un pecado que será transmitido por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales. Por eso, el pecado original es llamado "pecado" de manera análoga: es un pecado "contraído", "no cometido", un estado y no un acto.

405 Aunque propio de cada uno (cf. ibíd., DS 1513), el pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada "concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual.

406 La doctrina de la Iglesia sobre la transmisión del pecado original fue precisada sobre todo en el siglo V, en particular bajo el impulso de la reflexión de san Agustín contra el pelagianismo, y en el siglo XVI, en oposición a la Reforma protestante. Pelagio sostenía que el hombre podía, por la fuerza natural de su voluntad libre, sin la ayuda necesaria de la gracia de Dios, llevar una vida moralmente buena: así reducía la influencia de la falta de Adán a la de un mal ejemplo. Los primeros reformadores protestantes, por el contrario, enseñaban que el hombre estaba radicalmente pervertido y su libertad anulada por el pecado de los orígenes; identificaban el pecado heredado por cada hombre con la tendencia al mal (concupiscentia), que sería insuperable. La Iglesia se pronunció especialmente sobre el sentido del dato revelado respecto al pecado original en el II Concilio de Orange en el año 529 (cf. Concilio de Orange II: DS 371-372) y en el Concilio de Trento, en el año 1546 (cf. Concilio de Trento: DS 1510-1516).

Un duro combate... 

407 La doctrina sobre el pecado original —vinculada a la de la Redención de Cristo— proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. El pecado original entraña "la servidumbre bajo el poder del que poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo" (Concilio de Trento: DS 1511, cf. Hb 2,14). Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social (cf.CA 25) y de las costumbres.

408 Las consecuencias del pecado original y de todos los pecados personales de los hombres confieren al mundo en su conjunto una condición pecadora, que puede ser designada con la expresión de san Juan: "el pecado del mundo" (Jn 1,29). Mediante esta expresión se significa también la influencia negativa que ejercen sobre las personas las situaciones comunitarias y las estructuras sociales que son fruto de los pecados de los hombres (cf. RP 16).

409 Esta situación dramática del mundo que "todo entero yace en poder del maligno" (1 Jn 5,19; cf. 1 P 5,8), hace de la vida del hombre un combate:

«A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo (GS 37,2).

IV “No lo abandonaste al poder de la muerte”

410 Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (cf. Gn 3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado "Protoevangelio", por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta.

411 La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del "nuevo Adán" (cf. 1 Co 15,21-22.45) que, por su "obediencia hasta la muerte en la Cruz" (Flp 2,8) repara con sobreabundancia la desobediencia de Adán (cf. Rm 5,19-20). Por otra parte, numerosos Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada en el "protoevangelio" la madre de Cristo, María, como "nueva Eva". Ella ha sido la que, la primera y de una manera única, se benefició de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original (cf. Pío IX: Bula Ineffabilis Deus: DS 2803) y, durante toda su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna clase de pecado (cf. Concilio de Trento: DS 1573).

412 Pero, ¿por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara? San León Magno responde: "La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó la envidia del demonio" (Sermones, 73,4: PL 54, 396). Y santo Tomás de Aquino: «Nada se opone a que la naturaleza humana haya sido destinada a un fin más alto después de pecado. Dios, en efecto, permite que los males se hagan para sacar de ellos un mayor bien. De ahí las palabras de san Pablo: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5,20). Y en la bendición del Cirio Pascual: "¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!"» (S.Th., 3, q.1, a.3, ad 3: en el Pregón Pascual «Exultet» se recogen textos de santo Tomas de esta cita).

Resumen

413 "No fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes [...] por envidia del diablo entró la muerte en el mundo" (Sb 1,13; 2,24).

414 Satán o el diablo y los otros demonios son ángeles caídos por haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su opción contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión contra Dios.

415 "Constituido por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, persuadido por el Maligno, abusó de su libertad, desde el comienzo de la historia, levantándose contra Dios e intentando alcanzar su propio fin al margen de Dios" (GS 13,1).

416 Por su pecado, Adán, en cuanto primer hombre, perdió la santidad y la justicia originales que había recibido de Dios no solamente para él, sino para todos los humanos.

417 Adán y Eva transmitieron a su descendencia la naturaleza humana herida por su primer pecado, privada por tanto de la santidad y la justicia originales. Esta privación es llamada "pecado original".

418 Como consecuencia del pecado original, la naturaleza humana quedó debilitada en sus fuerzas, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al dominio de la muerte, e inclinada al pecado (inclinación llamada "concupiscencia").

419 «Mantenemos, pues, siguiendo el Concilio de Trento, que el pecado original se transmite, juntamente con la naturaleza humana, "por propagación, no por imitación" y que "se halla como propio en cada uno"» (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 16).

420 La victoria sobre el pecado obtenida por Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó el pecado: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5,20).

421 "Los fieles cristianos creen que el mundo [...] ha sido creado y conservado por el amor del Creador, colocado ciertamente bajo la esclavitud del pecado, pero liberado por Cristo crucificado y resucitado, una vez que fue quebrantado el poder del Maligno..." (GS 2,2).

 



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INTRODUCCIÓN AL BLOG





    VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).

En  los orígenes del Cristianismo tenemos una experiencia muy precisa, la experiencia de unos hombres y mujeres, tocados y atraídos por Jesús de Nazaret, el Cristo, cuyas vidas  se convirtieron en magníficas y distintas desde ese momento, alcanzando cotas de perfección y santidad increíbles a pesar de su debilidad.

miércoles, 7 de mayo de 2025

15 MENSAJES CORTOS DE PASCUA.






              15 MENSAJES CORTOS DE PASCUA.



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VAYAMOS AL ENCUENTRO pretende ser un blog para reafirmarse en la aventura de la fe cristiana, sabiendo, como nos decía Benedicto XVI que “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da a la vida un nuevo horizonte… " (3-10-2007).




15 MENSAJES CORTOS DE PASCUA.



1.-Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, nº 638: “... La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:...”        

         

2.-Todas las fuentes cristianas sin distinción afirman la resurrección de Jesús. Es más, la resurrección de Jesús es la afirmación cardinal de la fe cristiana.                    En 1 Cor 15,3-5 se afirma que “si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación no tiene contenido ni vuestra fe tampoco”.     

  

3.-San Basilio de Seleucida, en el siglo V, decía que “Cristo con su resurrección de entre los muertos ha hecho de la vida de los hombres una fiesta. Los ha colmado de gozo al hacerles vivir no ya un vida terrestre sino una vida celestial”.     

                

4.-Dice Antonio  García Lozano, o.p.  “la Pascua ha quedado definida como la fiesta del "paso" o del "tránsito". Es el momento clave, crucial, en que termina la espera ansiosa y atormentada, por la dramática desaparición del Señor –"arrebatado por la muerte" (Mt 9, 15)- y comienza la gran fiesta. Una fiesta que se prolongará por espacio de cincuenta días. ...”.    

                                                         

5.-La  Resurrección de Jesús se impone como gracia para descubrir que el Nazareno es el reflejo del auténtico rostro de Dios en medio de esta historia cargada de sombra-luz, de bien-mal, de gracia-pecado, de ley-misericordia...   


6.-La resurrección de Jesucristo es la predicación de la Iglesia y marca la columna vertebral de todo su existir, de todo su ser, y constituye la esencia misma de su predicación y de su apostolado. 


7.-La Resurrección da al Crucificado legitimidad para elevarse como el auténtico portavoz de todos los profetas, encarnando en su persona toda la plenitud de la Palabra divina.       


8.-La pascua es el corazón del año litúrgico. León I la llama la fiesta mayor (festum festorum), y dice que la Navidad se celebra en preparación para la Pascua (Sermón XVII en Exodum).  


9.-¡Cómo resuena en nosotros el grito alegre de la Pascua: “ No temáis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Mirad el sitio donde lo  pusieron..."  (Mc 16, 7).          

                                                              

10.-El mensaje de la Pascua es la predicación de la Iglesia. En definitiva, el Cristianismo es una persona, Jesucristo.               Jesucristo con nosotros, por nosotros crucificado y por nosotros resucitado por puro amor, por pura compasión y misericordia.  


11.-La auténtica fe cristiana se debe fundamentar en la experiencia pascual de Jesús de Nazaret, vivida y testimoniada por unos testigos válidos, que puedan dar soporte estructural a una continuidad legítima entre nosotros y el mismo Jesús.    

               

12.-La Resurrección de Jesús se levanta como alternativa ante el dolor y el sufrimiento del mundo. De hecho, para el cristiano, la última respuesta es el Sí definitivo de Dios a la vida, al curso de la historia y a la nuestra existencia.


13.-. Dice Casiano Floristán que “durante los siete domingos de Pascua, la liturgia celebra el mensaje pascual de la resurrección del Señor, la alegría de la Iglesia por la renacida esperanza, la vida nueva de los neófitos y la acción del Espíritu Santo en la comunidad cristiana. Se trata, en definitiva, de celebrar prolongadamente la Pascua. Recordemos que la fiesta principal del año no es el Viernes Santo, sino el Domingo de Resurrección”.       

 

14.-    La Resurrección de Jesús es el punto central de nuestra vida cristiana y la razón misma de lo  que la Iglesia cree, espera, celebra y vive.         

    Necesitamos tener experiencia pascual, experiencia del resucitado como tuvieron los discípulos.

15.- La salvación es un regalo de Dios que no se consigue por méritos propios. 

    La salvación nos la ha merecido Jesús de Nazaret, muerto y resucitado. 

    Su vida, muerte y resurrección nos revela cuánto nos ama Dios.        






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jueves, 1 de mayo de 2025

LA ANUNCIACIÓN DESDE LA MIRADA DE LEONARDO DA VINCI.





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¿QUÉ ENSEÑA LA IGLESIA DEL CULTO A MARÍA?







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