Todas las fuentes cristianas sin distinción afirman la resurrección de Jesús. Es más, la resurrección de Jesús de Nazaret es la fundamento cardinal de la fe cristiana. Es tan importante y esencial este principio, que San Pablo de Tarso escribía a la comunidad cristiana de Corinto: En 1 Cor 15,14 se afirma que “si Cristo no ha resucitado, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe”.
De ahí que el Catecismo de la Iglesia Católica dirá: “El Misterio Pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los apóstoles, y la Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar al mundo. El designio salvador de Dios se ha cumplido de “una vez por todas” (Hb 9,26) por la muerte redentora de su Hijo Jesucristo” (CIC 571).
Hay unanimidad de todos los escritos del NT: Dios ha resucitado al crucificado y nosotros somos testigos. Hay que afirmar s que el interés de Jesús de Nazaret, su mensaje, sus hechos y palabras, sus encuentros liberadores con la gente de su tiempo,... en el Nuevo Testamento, especialmente en los evangelios, se hacen y parten desde la resurrección: todo interesa ¨a la luz de la Resurrección". Y los Apóstoles, testigos del Resucitado, apelan siempre a la experiencia pascual de Jesús de Nazaret.
EL ANUNCIO DEL MENSAJE PASCUAL
Todo comenzó después de la Resurrección de Jesús. Los apóstoles comunican esta Buena nueva con entusiasmo a todo aquel que quiera escucharlo; primero a los judíos, y luego a los gentiles.
Su mensaje es sencillo y contundente como lo expresa el Apóstol Pedro el día de Pentecostés en Jerusalén: "... a Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por Dios entre vosotros cono milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismo sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y precio conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio;... A éste Jesús Dios le resucitó ; de lo cual todos somos testigos. Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido...Sepa, pues con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2,22-36)
De ahí que el Catecismo de la Iglesia Católica dirá que "la Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:...” (Nº 638 DEL CATECISMO).
MANERAS DE ANUNCIAR EL MENSAJE
Este mensaje esencial se expresa de tres maneras: en discursos kerigmáticos, en himnos y credos y en narraciones/relatos. Y las tres maneras tienen una misma finalidad: suscitar la fe en Jesús, el Cristo, o fortalecerla en la comunidad cristiana.
a) Discursos kerigmáticos
En el segundo volumen de San Lucas, los Hechos de los Apóstoles, aparecen varios discursos en clave kerigmática: 8 de San Pedro, 9 de San Pablo y algunos otros, entre ellos el discurso de San Esteban, el día que fue martirizado. Especialmente importantes son el discurso de Pentecostés (Hch 2, 14-41); el discurso de Pedro a la puerta del templo de Jerusalén, después de la curación del tullido (Hch 3,12-26); el discurso de Pedro ante el Sanedrín, molestos porque enseñaba al pueblo y anunciaban en la persona de Jesús la resurrección de los muertos (Hch 4,9-12); el discurso de Pedro ante el Sanedrín, cuando éstos le prohíben hablar en nombre de Jesús (Hch 5,29-32); el discurso de Pedro cuando el oficial romano Cornelio y su familia se convierte y se bautiza (Hch 10,34-43); el discurso de Pablo ante los judíos en la sinagoga de Antioquía de Pisidia (Hch 13,16-41)...
En todos los discursos hay tres elementos en común:
Primero, toda la vida de Jesús se relee desde la Resurrección: ..."Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracias de un asesino, y matasteis al Jefe que lleva a la Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello..." (Hch 3,14ss).
Segundo, se enmarca desde las Sagradas Escrituras y es interpretado todo desde ella: "Para que se cumpliera las Sagradas Escrituras". Como bien decía Pedro: "Y todos los profetas desde Samuel y sus sucesores han hablado, anunciaron también estos días" (Hch 32, 24), o como decía Pablo: "También nosotros os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hacha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito en los salmos..." (Hch 13, 32ss)
Tercero, pretenden llevar a la conversión y a la fe en Jesús: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado". Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: "¿Qué tenemos de hacer, hermanos?" Pedro les contestó: "Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo..." (Hch 2,36-38ss).
Los Himnos y los credos confiesan con contundencia que Jesús ha resucitado, y lo hacen con fórmulas muy estables (Rom 4,25; 10, 9; Flp 2,6-11; 1 Cor 15,1-8)
San Pablo de Tarso, en su carta a la Comunidad de Corinto, remite al Credo que él mismo recibió, probablemente en su Bautismo en Damasco. " Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, por el cual también sois salvado, si lo guardáis tal como os lo prediqué... Si no ¡habríais creído en vano! Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; ….. Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo..." (1 Cor 15,1-8ss)
San Pablo, en el magnífico Himno a los Filipenses, subraya la humillación y la kénosis de Jesucristo resucitado, “el cual siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo…. Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEŇOR para gloria de Dios Padre.” (Flp 2,6-11)
A diferencia de los Himnos y los Credos, que afirman la fe en el Resucitado con fórmulas cortas y precisas, en las narraciones se hacen con relatos de historia (Mt 28; Mc 16; Lc 24; Jn 20-21).
Los relatos y narraciones, contemplados fundamentalmente en los Evangelios, no son una biografía de Jesús, ni un diario de camino ni una “historia”. Los relatos son, en síntesis, catequesis, escritas por hombres de fe para otros hombres y mujeres de fe. El interés de Jesús de Nazaret, su mensaje, sus hechos y palabras, sus encuentros liberadores con la gente de su tiempo, etc., parten desde la resurrección: todo interesa “a la luz de la Resurrección”.
Miran a Jesús con los ojos de la fe. Son testimonios de fe comprometidos y comprometedores, creyentes convencidos, quieren llamar a la fe en Jesucristo. Relatos que son predicaciones, anuncio, Kerigma. Para ellos, Jesús no es sólo una figura histórica del pasado, sino una persona que sigue viviendo en la actualidad. Los evangelios son testimonios de fe, documentos de fe y para la fe.
Este planteamiento no quiere decir que haya que deslegitimar cualquier pretensión de basar la fe cristiana en datos históricos fiables y fuera de toda discusión sobre Jesús de Nazaret; al contrario, el que es el Fundamento de la fe y ha sido resucitado es el mismo que vivió en Palestina y murió en
IMPORTANCIA DE LA RESURRECCIÓN
Hoy es necesario cimentar la fe cristiana en un testimonio válido que sea capaz de convertirse en la auténtica "roca angular".
La auténtica fe cristiana se debe fundamentar en la experiencia pascual de Jesús de Nazaret, vivida y testimoniada por unos testigos válidos, que puedan dar soporte estructural a una continuidad legítima entre nosotros y el mismo Jesús.
La experiencia pascual de Jesús de Nazaret, el Cristo, se convierte en la Buena Noticia para el hombre que busca el auténtico rostro del Dios Vivo. Es el Kerigma que debe fundamentar toda la fe cristiana como su esencia más legítima y más autentica.
La Resurrección de Jesús se levanta como alternativa ante el dolor y el sufrimiento del mundo. De hecho, para el cristiano, la última respuesta es el Sí definitivo de Dios al inocente maltratado por el accidente de tráfico, la enfermedad, la injusticia, la tortura, el cáncer, la guerra.... y a las víctimas de los "verdugos de turno", auténticos aliados de la muerte y la desgracia.
La Resurrección de Jesús se levanta como la experiencia última del crucificado. Desde esa experiencia definitiva lanzamos la esperanza de que participaremos de esa misma Resurrección y afirmamos la permanencia de la identidad personal del hombre, más allá de la sepultura; al tiempo que se cuestionan posibles alternativas al final trágico del hombre como la reencarnación o la comunión plena "energética" con el aire.
Sólo la Resurrección da a la muerte de Jesús un auténtico enfoque que hace a este personaje de un pequeño país en una época oscura de la historia se convierta en la personificación del Esperado de los tiempos, capaz de aunar en su personalidad la esencia de lo divino y lo humano al mismo tiempo.
Sólo la Resurrección da al Crucificado legitimidad para elevarse como el auténtico portavoz de todos los profetas, encarnando en su persona toda la plenitud de la Palabra divina.
Sólo la Resurrección de Jesús se impone como gracia para descubrir que el Nazareno es el reflejo del auténtico rostro de Dios en medio de esta historia cargada de sombra-luz, de bien-mal, de gracia-pecado, de ley-misericordia...
Colaboración en la revista PARROQUIA. LA RAMBLA