Jesús de Nazaret, en el Evangelio, nos advierte que no basta decir Señor, Señor, para entrar en el Reino de los cielos, sino cumplir la voluntad del Padre celestial: “No todo el que me diga: “Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu NOMBRE, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: “¡Jamás os conocí: apartaos de mí, agentes de iniquidad!” (Mt 7,21-23).
La voluntad del Padre celestial pasa por hacer posible el dinamismo del amor… En el fondo, la voluntad del Padre pasa por amar a Dios con todas nuestras fuerzas y al prójimo como a nosotros mismos. ¡Cómo resuena en este momento, en esta sintonía evangélica, las palabras de San Juan de la Cruz: “Al final de los días nos examinarán del amor”!
San Ignacio de Antioquia recibió el martirio el año 107 en tiempos del Emperador Trajano, y durante su viaje a Roma escribió siete cartas, dirigidas a varias Iglesias. En una de esas cartas a los cristianos de Roma escribía: “lo único que PARA mí habéis de pedir es que tenga fortaleza interior y exterior, para que no sólo hable, sino que esté también interiormente decidido, a fin de que sea cristiano no sólo de nombre, sino también de hecho. Si me porto como cristiano, tendré también derecho a este nombre y, entonces, seré de verdad fiel a Cristo”.
Madre Teresa de Calcuta que "la santidad consiste en hacer la voluntad de Dios con alegría... La fidelidad forja a los santos”, y Francois Xavier Ngyyên Van Thuân se convenció que “vivir el MOMENTO presente era el camino más sencillo y seguro para alcanzar la santidad…Yo no voy a esperar. Viviré el momento presente, llenándolo de amor”.
La santidad lleva al ser humano más allá incluso de la meta moral que consiste en construir un "hombre auténtico y realizado". Los santos palpan de vez en cuando la perfección suprema de Dios y nos recuerdan a los humanos que el mal PUEDE ser vencido solamente con sacrificio, constancia y confianza.
Ser santos es la grandeza del ser humano que reconoce que el evangelio solamente puede transformar las raíces de la sociedad y de la humanidad, anclados a menudo en la tierra de la propiedad privada, el lucro y el poder. ¡Sí, adquirir, poseer y lucrar son los derechos sagrados e inalienables del individuo en nuestra sociedad y los santos nos recuerdan que todo eso debe ser superado y triturado por el amor!
¡En este día, por favor recuerda que la santidad es solamente esto, hacer la voluntad de Dios con alegría, viviendo el momento presente, llenándolo de amor!
¡Pidamos al Señor que no seamos cristianos sólo de nombre, sino que nos portemos como cristianos en nuestros ambientes, siendo fieles a Cristo!